Planeta danza: El universo Burroughs
Raúl Parrao se inspiró en la vida y obra del escritor beat para desarrollar el montaje Inter-Z-on-E=Universo-E/x

CIUDAD DE MÉXICO, 29 de agosto.- No es sorpresa que el montaje Inter-Z-on-E=Universo-E/x, de Raúl Parrao, sea obsceno, mórbido, redundante en torno a las perversiones sexuales, obsesivo y morboso.
El director general del Centro de Producción Coreográfica (Ceprodac), Raúl Parrao, quien se autonombra Mr. Bizxarro, decidió inspirarse en la vida y obra del escritor estadunidense para crear su propuesta. O, como señala el programa de mano, para darle forna a su montaje “tomó como excusa” el universo literario y personal del brutal William Burroughs (1914-1917), integrante fundamental de la llamada Generación Beat de los años 50 del siglo pasado.
Sobre el escenario hay nalgas hacia el público, lenguas recorriendo las partes más íntimas, desnudos son parte de una retórica a manera de collage que no intenta dar una idea concreta sino proponer que el espectador decida qué hacer con el material y se invente su propia historia.
Homosexual en una época más que prohibitiva para serlo, niño bien que siempre vivió del dinero de su familia, Burroughs estudió en Harvard —”un lugar de porquería”, según él— y después viajó a Alemania para casarse con una mujer a la que ayudó a escapar de los nazis.
Instalado después en Nueva York, donde su pasión por los bajos fondos y las armas lo dominó, se metió al cuerpo toda la heroína posible —le llamaban el ‘mesías de la heroína’—, la traficó, y se casó por segunda vez con Joan Vollmer. Viajó con ella a Louisiana para hacerse granjero y cultivar mariguana, pero terminó huyendo de la justicia hasta la Ciudad de México donde la droga era más barata y la policía más inepta.
En una tarde con amigos, con toda la droga posible dentro de sí, decidió jugar a Guillermo Tell con su esposa: le colocó una copa con alcohol en la cabeza y la mató de un tiro. Con ayuda de su familia se inventó la historia de que la pistola se le había disparado y otros cuentos más. La corrupción policiaca mexicana lo ayudó a escapar y desde ese momento el tipejo se volvió escritor y, lo que es peor, un gran escritor.
La puesta en escena de Parrao es un largo periplo entre un entrecruzamiento entre Burroughs y él. Entre su sórdida mirada a la vida y los vaivenes alucinantes del escritor convencido de que el lenguaje era un virus del que había que deshacerse.
Y así como la novela El almuerzo desnudo, de Burroughs, ha sido el caso más sonado de prohibición de un libro en Estados Unidos por vulgar y obsceno, Parrao, con su manía de alterar las buenas conciencias y “asustar” con imágenes de agresión, sadismo, crimen y lascivia, mostró en el Palacio de Bellas Artes un montaje extraordinario, bien pensado, de producción fastuosa, pero excesivo en muchos momentos, en particular en el volumen de la pista sonora de algo que sonaba como hard core punk.
Así es Parrao: siempre gravitando en universos extraños y escatológicos. No hay duda, el coreógrafo tiene mucho oficio y una imaginación desbordada hacia temáticas mórbidas.
Pero su obra, al contrario de la de Burroughs, tiene momentos de enorme belleza plástica. Más allá de los excesos de la literalidad sexual, los abusos del naturalismo, la suya es una propuesta inteligente y desagradable. La interpretación es fuerte con bailarines muy bien entrenados, técnica y entrega.
Vale la pena verlo si se tiene un amplio criterio.
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