Melanie Pérez Ortíz retrata el llanto del cocodrilo
La autora boricua explora en su más reciente novela la hipocresía de la gente y las capas de violencia en una ciudad moderna

La escritora puertorriqueña Melanie Pérez Ortíz escuchaba la canción Con llanto de cocodrilo, de Ray Barretto, mientras volvía a pensar que “el mundo está en crisis, que el Caribe está en crisis y que el ser humano se pasa la vida lamentando y llorando todo con un llanto de cocodrilo, en el sentido de que todos somos hipócritas”.
A partir de esa idea la autora escribió Con llanto de cocodrilo, novela fragmentada que recién circula en México bajo el sello Elefanta Ediciones, en la que el cocodrilo es el pretexto para explorar las capas de violencia de una urbe.
“No nos preocupa mucho el fin del mundo y lo que hacemos es existir, tal vez, como una estrategia de resistencia, pero (en este libro) quería reflexionar sobre cómo uno se acostumbra a la crisis y cómo la sobrevive. Y así empieza la trama, donde el cocodrilo es el tema, el mundo es el pantano –sobre todo el caribeño– y, en alguna medida, los personajes son versiones de cocodrilos”, comenta la autora en entrevista con Excélsior.
El relato inicia cuando la policía descubre los restos de un niño de ocho años, desaparecido días antes, en la panza de un cocodrilo, lo cual suscita un conflicto que atenderá una herpetóloga que emigró a Miami para estudiar las posibilidades medicinales de la Sangre de cocodrilo.
Muy pronto ella descifra el enigma y recuerda que estos animales desgarran a sus presas agitando la cabeza de lado a lado, rodando sobre su propio eje bajo el agua, y que este niño no apareció desgarrado, sino desmembrado, así que alguien lo descuartizó y tiró sus restos a esos reptiles invasores para culparlos del asesinato.
“La premisa es un poco surrealista, pero la isla está llena de cocodrilos y el estado no sabe qué hacer con ellos, así que plantea esta teoría a la prensa y la contratan a ella, como a un chivo expiatorio, para culparla de lo que pase. Sin embargo, todavía se desconoce si el gobierno está implicado en esas muertes que se le achacan a los cocodrilos”, expone la autora.
Pero cuando la herpetóloga comienza a investigar descubre la trama truculenta de un narcoestado, en el cual hay numerosos cómplices y la herpetóloga –que lleva una vida de cazadora nocturna de “hombres feos”, a quienes no se sabe si asesina o transforma– la hacen cuestionarse sobre qué hacer, quiénes son sus amigos y enemigos, los cómplices o si ella es cómplice en esta trama que se va complicando.
“La delincuencia está en todas partes y en esta novela vemos a un narcoestado que tiene lazos con la violencia callejera, donde se supone que tiene el monopolio de la violencia, el cual comparte esa violencia con ese otro estado que está en un submundo y que también tiene sus modos de imponer disciplina social y de atacarnos a todos”, concluye.
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