Hermoso giro de 360°
Cabrillean en las aguas del tiempo, perdura en la memoria y el recuerdo la fecha del 22 de octubre junto con otros acontecimientos, puesto que los héroes de la natación mexicana con frecuencia han ocupado sitios notables en el campo olímpico y mundial. Viene a la mente ...
Cabrillean en las aguas del tiempo, perdura en la memoria y el recuerdo la fecha del 22 de octubre junto con otros acontecimientos, puesto que los héroes de la natación mexicana con frecuencia han ocupado sitios notables en el campo olímpico y mundial.
Viene a la mente la séptima posición del relevo 4x200 m libres en los JO de Londres 48, con Ramón Bravo, que escribió para El Universal; Ángel El Pato Maldonado; Apolonio Castillo, quien fuera el primer campeón nacional de mariposa; Alberto Isaac, jefe de la Sección Verde del Esto y que cubriera los JO de Múnich 72; el cruce del Canal de la Mancha por Damián Pizá; la victoria de Tonatiuh Gutiérrez en la Capri Nápoles, con una asombrosa ventaja de más 40 minutos sobre el argentino Alberto Camarero; veo también al chiquillo ultraclase Guillermo Echevarría un jueves en la noche en el estadio de CU ser aclamado por miles de aficionados al futbol por su cuarto lugar en los 1,500 m nado libre (17’10”8) en Palo Alto, el mismo día y escenario en que el mítico australiano Murray Rose rompía el RM en 17’01”8/10.
El fin de semana, un episodio brillante en el braceo de la dorsista veinteañera Miranda Grana, de Jalisco y entrenada en la U. de Indiana, con bronce en la Copa Mundial de Wesmont, California: crono de 2’01”96, RN en 200 m espalda en curso corto; después de la australiana Kaylee McKeown, con RM de 1’57”87, poseedora de nueve metales olímpicos, 5 de oro, y de Regan Smith, de EU, dueña de 7 metales en JO, uno de oro). Pero ninguna hazaña en natación estremeció y alegró tanto a los mexicanos como la victoria de Felipe El Tibio Muñoz en la final más estrepitosa y emocionante de los 200 m estilo de pecho.
Desfilan las imágenes de la persecución frenética sobre los astros Vladimir Kosinski, de Rusia, y Brian Job, de EU, con el Tibio a la caza, con su braceo llameante, en rapidez creciente en los últimos dos estanques, que comunicaron en arco eléctrico el delirio en unos diez mil aficionados en la Alberca Olímpica Francisco Márquez.
La natación y el deporte de México dieron un hermoso giro de 360° —no deseo insistir en cómo se ha deformado esta metáfora. Al dar un giro de 360° no se queda en el mismo sitio; sólo considere el lector que el Sol nos arrastra, con los planetas y cometas, a las profundidades del universo con una rapidez asombrosa de 220 km en tan sólo un segundo…— con los JO de 1968.
Los JO fueron un suceso englobado en un todo, en una esfera que contenía muchos hombres penetrados por la levadura espiritual de la superación, de la organización de dar a conocer a México como un país moderno, líder en América Latina; el empuje insuperable de los entrenadores extranjeros que transformaron el deporte nacional. Y de ellos, Felipe El Tibio Muñoz, de 17 años, alcanzó una posición cimera en una actividad sin subjetivismos medida por el metro y el cronómetro, en lucha contra los más poderosos competidores acuáticos, tres de ellos rompemarcas mundiales en 200m estilo de pecho como Vladimir Kosinski, Brian Job, el soviético Nikolai Pankin…
