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¿Hasta cuándo?

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

No hay fallas, sino retrasos. No existen las equivocaciones, sino la mala intención. Hugo López-Gatell, “un funcionario incomprendido”, pero con entereza suficiente para hacer frente a la corriente. Extrañará los días en que las redes se volcaban a su favor, en que salía en las portadas de revistas del corazón. El rockstar que nadie vio venir, pero que la pandemia sacó a relucir. Ay, el subsecretario que tal vez envidiaban en otros países: seguro, concreto y siempre dispuesto a dar una explicación. Hasta encabezó conferencias temáticas, hablaríamos del coronavirus, pero desde todas las perspectivas posibles. Luna de miel, oh, luna de miel…

Se acabó todo, terminó su gran momento apenas unas semanas después de haber sido declarada la emergencia sanitaria. Al cubrebocas lo consideró un instrumento que daba una “falsa sensación de seguridad”, al tiempo en que autoridades médicas en el mundo lo hacían un instrumento de protección para evitar la propagación de covid-19. Después, para justificar la sinrazón presidencial para no utilizarlo, afirmó que era porque, en ese caso, se hablaba de una fuerza moral, no de contagio. De esta manera también alimentaba la narrativa de Palacio Nacional que se resistía a detener sus giras por el país.

Y comenzaron a llenarse los hospitales, a subir rápidamente las estadísticas de contagios y muertes; se incrementaron los servicios funerarios y de cremación. Largas filas para conseguir un tanque de oxígeno, para cargarlo; aumento en la demanda de ambulancias. Apareció la cifra negra, las estimaciones que ponían al descubierto el contraste entre lo que ocurría en los hospitales y lo que sucedía en casa. Más gente moría en la segunda locación. Reportes oficiales, los del Inegi, nos acercaron más a la dolorosísima realidad: la cifra de muertos por SARS-CoV-2 es mucho mayor, casi al doble de lo que cada noche informaba el subsecretario.

Llegó entonces el cambio en el discurso: ante la imposibilidad de negar las cifras de otras instancias, también oficiales, tuvo que lanzar culpas. Sí, muchos mexicanos enfermaron y murieron por sus malos hábitos. La mala alimentación, la falta de ejercicio y las comorbilidades que esto provoca. Eso es lo que acelera más los efectos de covid-19. Todo a su alrededor es el responsable.

“Recordarán el dilema falso, inducido, respecto al cubrebocas. No quisiera enfatizar esto una vez más, pero la idea del cubrebocas se convirtió en el instrumento con que las personas egoístas y los grupos sociales egoístas trataban de echarle la culpa a los demás…”, afirmó hace unos días en la Feria Internacional del Libro del Zócalo. Más revelador, imposible: no importan las muertes (exageradas por los medios y su fascinación por los números cerrados, llegó a decir); nada lo hace cambiar la ruta, dar vuelta en “U”.

Lo último lo expresó ayer: los certificados de vacunación no tienen fallas (aunque ya hay varias ampliamente documentadas), sino retrasos. A tener paciencia y mucha fe, en una de ésas su certificado, querido lector, sale a la primera y con datos correctos.

Más de 18 meses de pandemia, Hugo López-Gatell está muy lejos de ser el activo que nunca ha sido, pero que alguna vez creyó ser para esta administración. El asunto es que su permanencia ha costado la vida de muchos mexicanos. Con 20 estados en semáforo verde y con el invierno a la vista, nuestro país urge por un verdadero responsable ante la emergencia sanitaria, ¿hasta cuándo?

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