Trío “opositor”
El sistema de partidos, integrado por el PRI, PAN y PRD, está derrotado y no volverá a constituirse tal y como lo conocemos:se derrotó a sí mismo por su debilidad ideológica y su ambición de poder
Esta semana Sergio Aguayo y Salvador Camarena escribieron sobre lo que llamaron “el trio opositor”. Es decir, el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática.
Retomo este concepto para llamar a una reflexión aún más profunda. Una que, primero, supere el cliché de que a la oposición fue “derrotada” por Andrés Manuel López Obrador. De hecho, la oposición se derrotó sola. Y segundo, una que comprenda la oposición que existe y por qué no será exitosa si no cambia sus estrategias.
Primero, el sistema de partidos, integrado por el PRI, PAN y PRD, está derrotado y no volverá a constituirse tal y como lo conocemos. Esto se debe a que no lo derrotó AMLO. El sistema de partidos mexicano se derrotó a sí mismo por su debilidad ideológica y su ambición de poder.
Al PRI, por ejemplo, lo derrotó su ambición por volver a ser un partido hegemónico. Por lo poco que podemos saber sobre cómo funcionaba el PRI, se puede intuir que la corrupción era un juego de equipo. Es decir, una estrategia donde aquellos funcionarios con acceso a recursos públicos presuntamente los utilizaban de forma discrecional para financiar las campañas de sus pares y de otros miembros del PRI. El enriquecimiento personal existía, no lo dudo, pero nunca como la principal meta. El principal objetivo era fortalecer al partido como un equipo con capacidad para derrotar a la oposición y consolidarse como la única alternativa electoral. El PRI buscaba ser lo que era antes de 1989, un partido hegemónico. Y lograrlo, en la democracia moderna, significaba tener que realizar campañas políticas extremadamente caras.
Fue esta “corrupción de equipo” la que destrozó al PRI. No fue AMLO. López Obrador nomás supo beneficiarse de la bancarrota ética del PRI.
Al PAN lo derrotó la inteligencia de Ricardo Anaya. El partido, luego de gobernar por 12 años, encontró dificultades para volverse oposición ante la victoria de Peña Nieto. Facciones internas comenzaron una lucha similar a la de los cárteles de la droga cuando se les decapita al líder. Es decir, en búsqueda de un nuevo líder, y tratando de capturar ese liderazgo, facciones pequeñas se enfrentan unas con otras de forma letal. Anaya, como supuesto mediador de la disputa entre facciones, en calidad de líder del partido, tenía una visión privilegiada a los conflictos internos y sus motivaciones. Su inteligencia le permitió utilizar la información privilegiada que obtenía en su posición para cambiar las reglas del juego y capturar el partido hasta volverlo su plataforma electoral. Esta inteligencia estratégica y operativa de Anaya, sin embargo, no estuvo aparejada por una inteligencia emocional de similar calibre. Sin ésta última, Anaya careció de la posibilidad para lograr convencer al partido de su liderazgo.
Fue esta división interna, ante la captura de Anaya, la que destrozó al PAN. No fue AMLO. López Obrador nomás supo beneficiarse de la bancarrota organizacional del PAN.
El trío opositor hoy en día, por tanto, no son partidos políticos y no es un trío. Es un dúo.
El dúo opositor es el de (1) las facciones al interior de Morena (como Monreal, Yeidckol, etcétera), que buscan controlar al partido para posicionar sus agendas y (2) los litigios estratégicos financiados e ideados por empresarios a fin de limitar la capacidad de acción de Andrés Manuel López Obrador.
Ambos serán exitosos en lo que buscan, pero, a menos de que cambien su estrategia, ninguno lo será en tomar el poder.
Los primeros buscan obtener cotos de poder. Lo harán y con ello debilitarán a Morena como fuerza electoral porque los liderazgos que estas nuevas facciones proponen no son nuevos, son los viejos lobos de mar del sistema de partidos en los que ya nadie confía. Piensan en crear nuevos cuadros, más no en cambiar la forma en la que se hace política. Ello los podrá llevar a repetir los errores de sus partidos antecesores.
Los segundos buscan impedir que Andrés Manuel López Obrador avance en su agenda. O al menos, en los puntos de la agenda que consideran negativos. Lo lograrán. Ya lo están logrando con Santa Lucía. Su resultado será justo el que buscan evitar: más apoyo hacia López Obrador y más radicalización en su plataforma. Como la historia ha demostrado, un país detenido, enojado y pobre, no es un país que vote por alguien como Anaya. Ni por alguien moderado. Uno no sabe para quién trabaja.
