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Díganle a AMLO

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

 

En un intento por querer separar el poder político del económico, Andrés Manuel López Obrador está poniéndole un duro freno a la economía del país. Esto debe cambiar. Existen formas más estratégicas de lograr su cometido. Díganle a AMLO.

La lógica para entender el nulo crecimiento de la economía mexicana dentro de ciertos grupos al interior del gobierno es la siguiente:

Se piensa que medidas como la austeridad, la centralización del gasto público y los “golpes” contra contratos que AMLO considera injustos (léase gasoductos de la Comisión Federal de Electricidad y el NAIM) son “medidas necesarias” para volver más eficiente el uso de los recursos públicos y tener un mejor gobierno. Sólo así, con medidas duras, se piensa, se mandarán señales de que el cambio va en serio.

Así, al interior del gobierno, hay quien piensa que el hecho de que la economía no crezca debido a la implementación de estas medidas es un mal necesario. Un mal que permitirá, al fin, obtener un bien último: un gobierno libre de corrupción y conflicto de interés que pueda reducir la pobreza. En otras palabras, piensan que, pasado este bache de bajo crecimiento, la economía crecerá como no se ha visto desde el periodo del Milagro Mexicano.

El problema con esta lógica es que, aun si fuera correcta, no es estratégica.

Hay múltiples formas, mucho más productivas y constructivas de separar el poder político del económico. Formas que no afectan directamente el crecimiento de la economía, sino que, por el contrario, lo aceleran. Comparto algunos ejemplos.

Primero, si lo que se busca es reducir la corrupción en el gasto público, más que centralizar el gasto en manos de la Secretaría de Hacienda, se debería buscar crear estándares claros y replicables de compras públicas para todas las instituciones del Estado mexicano. Estas medidas concretas y contundentes deberían ser seguidas por todos los funcionarios, so pena de recibir sanciones ejemplares.

La centralización, aun si lograra reducir el gasto público, no es eficiente pues está teniendo como consecuencia una reducción en la capacidad del Estado mexicano para gastar. Sin gasto público, el crecimiento económico se reduce. Peor aún, la centralización está creando un subejercicio importante que terminará por crear incentivos perversos al final del año fiscal. Se terminará gastando mucho dinero muy rápido o reasignando el excedente de forma discrecional a otras partidas de gasto.

Segundo, si lo que se busca es hacer notar que los sobreprecios que se pagaban en sexenios anteriores por contratos de infraestructura ya se acabaron, cancelar el NAIM o los gasoductos de CFE pudiera ser una señal muy dura, pero no es eficiente.

El problema de percepción que generan estas acciones es muy negativo pues, se perciben como violaciones a contratos preestablecidos. Ello causa desconfianza y frena el
crecimiento económico.

Ojalá viviéramos en un mundo en el que la desconfianza de los capitales de inversión no tuviera implicación alguna en la economía. Desafortunadamente, ello no es el caso. Ante esto, vale la pena pensar en tomar decisiones que muestren una absoluta tolerancia a los sobreprecios como por ejemplo el establecimiento de licitaciones más competitivas y abiertas. Investigar a cabalidad los sobreprecios pagados por administraciones anteriores, si es que los hubo, y presentar las denuncias legales correspondientes sería mucho más efectivo y no afectaría al
crecimiento económico.

Hay muchas otras medidas que podrían tomarse. Por ejemplo, podría fortalecerse la lucha antimonopolios con Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), o crear mecanismos mucho más efectivos de fiscalización hacia los partidos políticos. Un gran paso
sería demandar mayor corresponsabilidad y transparencia en el uso de los recursos por parte de los gobiernos estatales. Todas estas medias serían altamente eficaces para separar el poder político del poder económico y no detendrían la economía.

Detener la economía no les hará bien ni a Andrés Manuel López Obrador ni a México. Si bien el crecimiento económico no necesariamente reduce la pobreza, sin crecimiento económico es imposible reducirla.

 

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