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México y la Cumbre sobre Desarrollo Sustentable

Víctor Beltri

Víctor Beltri

Nadando entre tiburones

En esta semana tendrá lugar, en la sede de la Organización de las Naciones Unidas, la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable. Es un evento de la mayor relevancia, toda vez que se establecerán los marcos de referencia para promover una nueva agenda de desarrollo sostenible y conseguir un acuerdo mundial sobre el cambio climático.

Es urgente, y no podría ser más oportuno. La crisis humanitaria que se vive a las puertas de Europa lo pone de manifiesto, con imágenes que han dado la vuelta al mundo y que llaman a la acción inmediata. Sin embargo, las oleadas de refugiados terminarán por colapsar a los países que los acogen: para terminar con este problema no basta con establecer centros de acogida, sino que es preciso crear las condiciones suficientes para que el éxodo no sea necesario. Las metas planteadas para los próximos quince años tienen como objetivo erradicar la pobreza, promover la prosperidad y el bienestar, proteger el medio ambiente y hacer frente al cambio climático, tomando como base los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Las Metas de Desarrollo Sustentable (SDG, por sus siglas en inglés) son un conjunto de diecisiete objetivos que los Estados miembro de Naciones Unidas usarán como marco de referencia para estructurar sus políticas públicas, mismo que está diseñado para que, con su guía, se puedan alcanzar condiciones de paz, prosperidad y protección ambiental efectiva. Hay mucho por hacer: además del paso acelerado de un cambio climático que hoy es innegable, de acuerdo con cifras del Banco Mundial alrededor de mil cuatrocientos millones de personas viven en una situación de pobreza extrema, mientras que más de 900 millones subsisten en condiciones de hambruna. Todo esto mientras que la población mundial se espera que alcance los 9.5 millardos en 2050: es necesario tomar provisiones lo antes posible, como deben entenderlo los países industrializados que hoy tienen que enfrentar el llamado de auxilio de sus pueblos vecinos.

Las lecciones del Milenio han sido asimiladas, y los nuevos objetivos tienen un enfoque más holístico: no sólo tratan de atacar las causas de la pobreza sino que también plantean metas e indicadores en temas que no habían sido atendidos, como los derechos humanos, cuestiones de género y de cambio climático, sino que también establecen el camino a seguir para poder implementarlas.

México no se puede quedar al margen de una iniciativa que, a final de cuentas, ha venido impulsando como parte de su política exterior. El presidente Peña Nieto participará y, seguramente, encontrará oportunidades de diálogo con otros mandatarios en una agenda ineludible y a la que tendrá que ceñirse quienquiera que sea su sucesor: lo natural sería que nuestra discusión política girara en torno a los mismos temas, y el esfuerzo para lograrlos fuera asumido por los tres Poderes de la Unión. Sin embargo, la realidad es muy distinta: el nuestro es un país que vive inmerso en una perpetua lucha electoral que ha tornado el debate de las ideas a las personas, generando una discusión sobre actos, que no sobre valores: las campañas están centradas en la construcción de un personaje en base a contrastes, antes que en exponer claramente lo que éste puede hacer por la sociedad entera. Y esto, acciones concretas, probadas, en beneficio de la comunidad, es lo que plantean los objetivos de la Cumbre en Nueva York.

El mundo está cambiando y el México del mañana no será viable si no sentamos, desde ahora, las bases para que lo sea. En esta semana, en Nueva York, se definen los qués. En esta semana, en nuestras calles, en la respuesta ante lo que no es sino la exigencia de un mayor Estado de derecho, se definen los cómos.

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