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Ya lo chupó el diablo

Vianey Esquinca

Vianey Esquinca

La inmaculada percepción

Andrés Manuel López Obrador tiene la mano del rey Midas, sólo que lo que él toca lo convierte en un problema o un fracaso. Por eso se prendieron las alertas cuando su partido Morena volteó a ver los recursos de las pensiones de los trabajadores que cotizan en el IMSS o en el ISSSTE. Dejar que el gobierno utilice y administre los recursos, que los ponga en un Fondo de Pensiones del Bienestar es irse despidiendo de los ahorros, porque tarde o temprano el diablo se los chupará.

¿Qué podría salir mal? La evidencia es clara. Su gobierno construyó un tren que, no sólo ha destruido el ecosistema, sino que además funciona a medias por lo que la gente apenas lo utiliza y cuando lo hace, éste se descompone. Ideó una aerolínea que nada más no vuela y que ahora enfrenta una demanda por parte de la empresa estadunidense llamada SAT Aero Holdings por incumplimiento de contrato. También concibió el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles que podría sostenerse como centro de retiro espiritual, pues en sus pasillos vacíos se respira la tranquilidad tan necesaria para la meditación. Levantó una refinería que no genera gasolina. Es más, según los vecinos de la alcaldía Benito Juárez su agua tiene más combustible que Dos Bocas. Por supuesto ninguno de estos caprichos es rentable, pero son verdaderas aspiradoras de recursos púbicos.

Fue esa misma administración federal la que mágicamente convirtió al Seguro Popular en el Insabi, que fue un fiasco y terminaron cambiándolo por el IMSS-Bienestar, que tampoco ha funcionado.

Eso no sólo pasa con las obras de su sexenio, el tabasqueño también desgracia a las personas que deciden pasarse al lado oscuro de la fuerza. Uno de los casos más sonados es el del expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar.

El exministro tenía todo para ser recordado como una persona sensible por sus programas a favor de las mujeres, innovador por tener sus redes sociales y, aunque tuviera la gracia de una lata de atún, se agradecía el esfuerzo de comunicar con otras audiencias y, en especial, los jóvenes.

Sin embargo, decidió que entregarse a los brazos del Presidente y de la candidata oficialista. El problema no es que tenga intereses políticos, sino que los tuviera desde que estaba en la SCJN poniendo al Poder Judicial al servicio el federal.

El viernes se informó que la SCJN había iniciado una investigación a Zaldívar tras recibir una denuncia anónima con relatos pormenorizados de cómo él y su equipo presionaban a jueces, con lo que habría vulnerado la autonomía e independencia de operadores del sistema judicial para “satisfacer intereses personales o de terceros”.

Por supuesto, como era de esperarse el exministro salió a defenderse señalando que se trataba de una persecución política. Sin embargo, olvida un pequeño detalle, quien “lo puso” fue el propio mandatario en una conferencia mañanera. El 21 de febrero de este año López Obrador reconoció que: “Cuando estaba el ministro Zaldívar de presidente de la Corte había más recato, cuando había un asunto así de este tipo, nosotros respetuosamente interveníamos... cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar, se hablaba con él, y él podía, respetuoso de las autonomías, de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia y en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía ‘cuidado con esto’”. A confesión de partes, relevo de pruebas, dirían los abogados.

Habrá que esperar hasta dónde llega esta denuncia, pero literalmente a Zaldívar lo chupo el diablo y su legado no será otro que el de haber agachado la cabeza ante el poder.

 

 

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