¿Y todo para qué?

El tabasqueño no se va a ir y la gente, aún la que no está de acuerdo con él, coincide en que debe terminar su mandato.

Las crisis sacan lo mejor y lo peor de las personas y ahora se sabe, de los partidos políticos. Éste es el caso de Morena y sus integrantes, léase políticos, legisladores, servidores públicos, funcionarios y, hasta el propio Presidente de la República.

La revocación de mandato debería ser un ejercicio ciudadano, pero debido al manejo desaseado que le ha dado Andrés Manuel López Obrador y su grey, se ha convertido en un peligro para las instituciones democráticas e, irónicamente, en un problema para Morena.

La principal crisis que hoy enfrentan los del partido guinda es que la consulta que se llevará a cabo el 10 de abril ha despertado el mismo entusiasmo que escuchar un discurso de 4 horas de algún socialista trasnochado. Y no es, como lo han querido hacer ver los morenistas y sus aliados, porque el INE no haga su trabajo, sino porque simplemente no levanta el más mínimo interés. El tabasqueño no se va a ir y la gente, aun la que no está de acuerdo con él, coincide en que debe terminar su mandato. Entonces, ¿para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?

Ante esto, Morena entró en pánico —primera conducta desadaptada de una situación de crisis— y comenzó a actuar en consecuencia. Su histeria empezó por golpear al órgano electoral y cuando vio que era insuficiente e inútil determinó cambiar la ley.

Por increíble que parezca los personajes que durante décadas pidieron que los servidores públicos y los gobiernos sacaran las manos de los procesos electorales, no se metieran y no utilizaran recursos públicos para mover la balanza, aprobaron un decreto para permitir que tanto el mandatario, como los funcionarios públicos pudieran opinar y promover la revocación.

Saltarse las normas, ir contra la ley o, como este caso, la Constitución, es algo que sucede con frecuencia en momentos de crisis. Y los morenistas se han convertido en verdaderos expertos en protagonizar el “al diablo con las instituciones 2.0 recargado”. Por supuesto, esto con el visto bueno del Presidente, quien, seguramente, ve orgulloso y con lágrimas en los ojos cómo sus pupilos y seguidores han llevado a máximos históricos su desprecio por la ley.

A los legisladores de Morena y sus rémoras se les olvidó un pequeño, pequeñísimo detalle contemplado en la Constitución Política Mexicana: la retroactividad. Este decretazo no podría aplicarse en un proceso electoral en marcha y así se los hizo saber la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Pero ante la desesperación y el agandalle, lo más probable es que el Presidente y los morenistas sigan violando impune y reiteradamente la veda marcada por la ley. Esto a pesar de que la Suprema Corte de Justicia también había señalado que los partidos políticos no, del verbo no, en serio, pero no podían promover la consulta.

En una crisis también se pierde el pensamiento crítico y se decide seguir a la masa. Las acciones comunitarias o de un grupo se convierten en la guía a pesar de su irracionalidad. Por eso es que en el campo de batalla han quedado esparcidas la voluntad, la mente y la autonomía de muchos políticos, pensantes en otros tiempos y hoy sumisos y abnegados.

Lo que queda para la historia es una muestra de hasta dónde pueden llegar los partidos por la desesperación de no cumplir un capricho y una orden presidencial, que están dispuestos a todo, lo que incluye pedir licencia para promover la consulta. Porque, en efecto, en los congresos locales las y los diputados hicieron a un lado su trabajo sin importar si fueron electos para legislar no para ser brigadistas.

Si a pesar de todo esto, la consulta fracasa y tiene una mínima participación, como dirían los clásicos, ¿y todo para qué?

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