No importa cuando lo lea
Nuevamente, el mandatario se colocó como la víctima. Los verdaderos afectados pasaron a segundo lugar. No mostró ni un ápice de sensibilidad o cercanía con ellos
A lo largo de sus más de cinco años de gobierno, las reacciones del presidente Andrés Manuel López Obrador ante cualquier situación que no puede controlar son las mismas. Como libro de texto, cuando pasa algo en el país que amenace su popularidad, echa a andar toda su maquinaría.
Como en esta ocasión, lo primero que el mandatario señaló es que existía una campaña en su contra orquestada por sus adversarios conservadores y neoliberales, quienes querían regresar al poder a toda costa para seguir robando. A su juicio, en esa campaña que busca descarrillar su movimiento, los medios de comunicación y prácticamente todos los y las periodistas del país son cómplices. Reiteró que hay una prensa tendenciosa que se dedica a mentir y a agredirlo. Añadió que nunca en más de un siglo se había atacado tanto a un Presidente como ahora.
También están en su contra la sociedad civil, académicos, la clase media y organismos internacionales que callaron como momias con los gobiernos neoliberales. Criticó a los expresidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox y sobre todo a Felipe Calderón y le echo la culpa de lo que está sucediendo a los gobiernos anteriores.
Nuevamente, el mandatario se colocó como la víctima. Los verdaderos afectados pasaron a segundo lugar. No mostró ni un ápice de sensibilidad o cercanía con ellos. Eso sí, en su mañanera presumió que, de acuerdo con un sondeo de Morning Consult, tiene el segundo lugar de popularidad sólo detrás de Narendra Modi, primer ministro de la India. También habló de los resultados de un partido de beisbol y puso música popular.
Se quejó que sus adversarios estaban fabricando cifras y dio a conocer sus otros datos, los cuales no tienen ninguna evidencia científica, pero él y su gabinete los dan por buenos.
Como vio que la gente mantenía la misma percepción en contra de lo que estaba haciendo su administración, el Presidente señaló que iba a comunicar diariamente sobre el tema para evitar mala información y que sus adversarios políticos siguieran mintiendo. Y así fue, puso a sus funcionarios a repetir lo que él había dicho una y otra vez.
Ante la realidad que no se puede ocultar, surgieron en redes sociales hashtags “orgánicos” del tipo #EsUnHonorEstarConObrador o #VivaElPresidente, promovidos desde Palacio Nacional. También a quienes cuestionaron las acciones presidenciales, se les vinieron encima hordas de bots y de “periodistas” aceitados desde el poder. Lo mismo sucedió con los morenistas que, inmediatamente se sumaron a la campaña de apoyo al tabasqueño y repitieron exactamente lo que había dicho en su mañanera.
No tardó en salir el consabido desplegado de los gobernadores morenistas apoyando a López Obrador y señalando que estaban con él y consideraban que las acciones tomadas eran las más indicadas para darle voz al pueblo. También desde la oficina de Jesús Ramírez buscaron a toda costa crear una crisis paralela para cambiar la conversación.
Esto que aquí se narra sucedió esta semana, el mes pasado, hace dos meses, hace un año y también hace dos o cinco. No importa cuando lea este texto, se aplica a cualquier circunstancia, lo mismo a una crisis como la que se vive en Acapulco por el huracán Otis, la explosión de un ducto en Tlahuelilpan, Hidalgo, que dejó decenas de muertos y heridos o la pandemia por covid-19. Las mismas declaraciones y acciones contra quienes considera adversario se llevan a cabo, ya sea contra una institución autónoma, el Poder Judicial o cualquier persona que lo cuestione. El gobierno y la sed de revancha de López Obrador se han vuelto totalmente predecibles.
