Los Superpoderosos
Se acercan a cualquier santo que les pueda dar trabajo. Llegan, incluso, a recurrir al inquilino de Palacio Nacional para que les perdone sus pecados
Las y los políticos en México tienen cualidades y habilidades únicas que no cualquier profesionista puede presumir.
Un buen político debe ser más flexible que un acróbata del Cirque du Soleil para poder adaptar sus sólidos y robustos valores a las circunstancias, “éstos son mis principios y si no le gustan, tengo otros” es su mantra. Así, un día pueden ser fervorosos panistas y al otro unos radicales morenistas. Pueden gritar a los siete vientos que serán independientes hasta la tumba para terminar haciendo alianza con lo que juraron exterminar.
Esos actos de acrobacia también les permite dar un triple salto mortal sin ni siquiera despeinarse, cuando se trata de defender lo que antes criticaron con uñas y dientes.
Han desarrollado, además, una fortaleza a prueba de críticas y acusaciones. Nada los perturba.
Las imputaciones en su contra de corrupción o malos manejos se les resbalan como si tuvieran una piel con teflón incluido. Su frase de batalla: “Es parte de una guerra sucia” y con ello se sacuden cualquier denuncia.
Otra característica indispensable es tener un gran sentido del humor. Poder señalar que se separan del partido que los cobijó, les dio un cargo de elección popular o un puesto en el gobierno porque no pueden ser parte de algo que no los define, no quieren participar en la política del cinismo o se sintieron utilizados sin atacarse de risa, es una destreza que los más grandes comediantes envidiarían.
Creatividad es otro atributo. Si algún político renuncia a un partido y no puede o no quiere afiliarse por el momento a otro, puede inventarse su movimiento progresista/centrista/revolucionario/democrático y afines. En pocas palabras, siguen en el mercado para ver quién los compra, si pueden negociar o vender su voto al mejor postor.
Son muy devotos. Se acercan a cualquier santo que les pueda dar trabajo. Llegan, incluso, a recurrir al inquilino de Palacio Nacional para que les perdone sus pecados y su pasado muy tormentoso. Tienen, además, una franca adoración por el sagrado hueso, que es su guía de acción.
También son talentosos actores y actrices. Les encanta el drama. Si no salieron candidatos hacen el teatro de su vida, amenazan con salirse del partido, fundar otro o irse con la competencia. Con frases como “el próximo lunes daré a conocer mi futuro político”, “estoy reflexionando sobre lo que viene por delante”, le meten tensión a su telenovela.
Los políticos de cepa tienen una gran autoestima, por eso se dicen representantes no de 10 mil militantes ni 20 mil, pueden llegar a representar 100 mil o más. Prácticamente se sienten la piedra angular donde descansa el partido o el corazón de las fuerzas vivas partidistas. Además, les encanta mandarse hacer encuestas a modo, para demostrar que llevan una ventaja de 40 puntos sobre su contrincante. Increíblemente se lo llegan a creer y, aunque la realidad diga otra cosa, cuando llegan a perder gritan y vociferan que hubo fraude.
Este amor propio puede derivarse de cómo se ven en los espectaculares que mandan a poner. Piensan que esas fotos reflejan la realidad. Olvidan que hay un programa milagroso llamado Photoshop que hace milagros, pone blancos a los morenos; morenos a los pálidos y flacos a los gordos. Quita ojeras, arrugas y también todos los años encima.
Los políticos también son sacrificados, porque son capaces de sacrificar a su estado y entregar el poder al partido de oposición con tal de tener impunidad. Incluso pueden sacrificarse y aceptar una embajada manteniéndose alejados del país que los vio crecer.
Si bien estas características siempre están presentes en las y los políticos, en las épocas electorales estas cualidades se pueden percibir en todo su esplendor.
