Gracias… de nada
El robo de combustibles creció 117% en lo que va del sexenio, de acuerdo con datos de Pemex.
El Presidente ha presumido la publicación de su último libro llamado Gracias, que trata “de algunas experiencias de la vida política, de cómo se enfrentan problemas, hay adversidades y cómo debe uno actuar ante las circunstancias adversas”, según señaló.
Los que le deberían dar las gracias al Presidente son los ciudadanos por tantas y tantas enseñanzas en estos más de cinco años de su gobierno.
Gracias por hacer vivir al país en una máquina del tiempo en la que el pasado nunca se fue y el futuro nunca llegó. Bajo su liderazgo, la gente revivió la nostalgia de sexenios que se creían superados como los de Luis Echevarría o José López Portillo. En cambio, ese porvenir donde México se convertía en Dinamarca, en el que ya no habría corrupción o habría paz, no apareció.
Gracias por sus dotes de ilusionista, en el que logró lo que parecía imposible: desaparecer a los desaparecidos, empeorar el sistema de salud y conseguir que se les apareciera el diablo a los transportistas en las carreteras.
Gracias por volver a los ciudadanos religiosos y que siempre tuvieran el Jesús en la boca, sin saber si volverían a sus casas, si el camión en el que iban sería asaltado o si estarían en medio de algún fuego cruzado.
Gracias por mantener el espíritu de la sorpresa a lo largo del sexenio. Cada vez que se pensaba que no se podía tener una ocurrencia peor, el mandatario se superaba a sí mismo. Así pasó con la rifa del avión presidencial que no se rifó, la megafarmacia que no tiene medicamentos o la compra de pipas para, según esto, eliminar el huachicoleo. Sin embargo, de acuerdo con datos de Pemex, el robo de combustibles creció 117% en lo que va del sexenio.
Gracias por crear la agencia de colocaciones más grande del país: la ayudantía de Presidencia que se convirtió en un verdadero semillero de talento donde 10% era conocimiento y 90% lealtad. Así, personas que se encargaban de la seguridad del Presidente, de llevarle el portafolio o recoger las cartas de la gente que acudía a los mítines se volvieron titulares del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP) o de una Subsecretaria de Gobernación, entre otras muchas colocaciones.
Gracias por mostrarle al país que la mejor manera de salirse con la suya es nunca reconocer alguna responsabilidad y siempre echarle la culpa a alguien más: a los adversarios políticos, al neoliberalismo, a Felipe Calderón, a Genaro García Luna, a los medios, a las organizaciones sociales, a la oposición, el Poder Judicial y así una lista interminable.
Gracias por demostrar el amor a la familia, defendiendo con uñas y dientes a sus hijos de lo que presumiblemente son conflictos de interés y actos de corrupción. Algunos dirán que creer más en los familiares que en la evidencia es suicida, pero en la 4T es sólo un acto de amor.
Gracias por el amor a los animales y traer al país verdaderos elefantes blancos como son el AIFA y el Tren Maya, que nada más no puede arrancar por las fallas que presenta y por las decisiones judiciales que detienen las obras.
Gracias por entregarle a las Fuerzas Armadas el país encargándoles desde la seguridad hasta el último tornillo de la infraestructura. Por transformarlas de defensoras de la patria en los operadores de las aduanas, puertos, aeropuertos y trenes; trabajadores de construcción y policías.
Gracias por enseñarle al país que la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. El PRI puede haber cambiado de forma, pero su esencia perdura, vivita y coleando en el corazón de la 4T. Por eso su constante intervención en el proceso electoral y su afán de dejar a una incondicional como su sucesora que garantice su permanencia en el poder.
