Entre la cárcel y el fuero
No cualquier país puede presumir de tener un personaje de película y de cómic al frente del sector salud.
Cuando parecía que nada había más descabellado que las aspiraciones del gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, a ser el candidato de Morena para la Jefatura de la Ciudad de México, la política mexicana demostró que es bizarra y puede llegar a absurdos insospechados.
El viernes, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell anunció que buscará esta candidatura por Morena. El muy controvertido funcionario tiene cualidades que lo hacen único y que quedaron demostradas cuando lideró la estrategia contra covid-19.
Aunque un día recomendaba el uso del cubrebocas y al otro no, demostró que tiene una sagaz inteligencia cuando zanjó el debate, al decir clara y contundentemente: “No digo que no sirva. Lo que digo es: sirve para lo que sirve y no sirve para lo que, desafortunadamente, no sirve”.
Cuando dijo que “la fuerza del Presidente es moral, no una fuerza de contagio” no solo demostró su envidiable sentido del humor, sino que le dio a la ciencia una nueva veta de conocimiento. Aún resulta inexplicable que la Real Academia de las Ciencias en Suecia no lo haya nominado para recibir el premio Nobel.
Su capacidad matemática y de prospección es única y ya la quisieran los analistas financieros y hasta el propio secretario de Hacienda. Cuando hizo cálculos de cuántas personas podrían morir en la pandemia, el doctor dijo que habría unos 6 mil muertos; luego cambió la proyección a 8 mil, 12 mil 500, 28 mil, “que se redondea a los 30 mil”, y finalmente habló de un escenario catastrófico para México para llegar a 60 mil. Lo cual se alcanzó en agosto del 2020. López-Gatell no se inmutó, incluso mostró su temple de acero al reclamar a aquéllos que sólo se fijaban en lo malo de la pandemia y que se dedicaban a contar muertes.
Tiene una habilidad extraordinaria para resolver problemas. Si el número de casos de coronavirus estaba aumentado escandalosamente en el país y las cifras eran cada vez más alarmantes, ¿cómo resolverlo? ¡dejando de hacer pruebas! Muerto el diagnóstico se acabó la enfermedad.
Es un optimista consumado. En marzo del 2020, cuando el país ya estaba en alerta roja y la OMS había declarado pandemia, él señaló: “No deja de ser una epidemia, por supuesto lo es, como hay muchísimas otras epidemias que ocurren todos los años. En este caso es nueva, pero no representa una amenaza ni en términos sanitarios, ni sociales o económicos”. Para él y el Presidente, todos los días se aplanaba la curva y casi estaba a punto de acabarse.
Su gran versatilidad le permitió ser un médico que llevó la pandemia desde un punto de vista político. También es todo un ideólogo de la medicina. Apenas esta semana señaló que había gente que no quería ser vacunada con la rusa Sputnik y la cubana Abdalá por puritito capricho, y no porque la OMS no las ha reconocido como seguras.
Por si ninguna de estas razones fuera suficiente para conquistar al público, se puede contabilizar que tiene un apodo muy sexy: Doctor Muerte. No cualquier país puede presumir de tener un personaje de película y de cómic al frente del sector salud.
Que un funcionario está dispuesto a dejar su prestigio y reputación a un lado para mantener intacta la imagen de su jefe, convertirse en una caricatura, violar el juramento hipocrático y, aun así, aspirar a una candidatura que es respaldada por e l Presidente, refleja la podredumbre que hay en la política y de la que no escapa ningún partido.
Andrés Manuel López Obrador debe estarle muy agradecido y ha llegado el momento de pagarle, garantizándole fuero para que no lo metan a donde, a juicio de muchos, debería estar: la cárcel.
