El pasado los persigue

¿Qué puede ser más anticlimático que un equipo de campaña cuya imagen es una mezcla de policías e integrantes de un cártel?

En época de elecciones, las y los políticos que han alzado la mano para competir por una candidatura se están enfrentado a sus reputaciones, a la imagen que han construido con el tiempo y que hoy los alcanza.

Es el caso de Sandra Cuevas, quien quiere ser la candidata del Frente Amplio por México a la Jefatura de Gobierno de la CDMX. Es recurrente que cuando la entrevistan los medios de comunicación le preguntan sobre su ropa y accesorios de marca. El principal cuestionamiento que se le ha hecho es que el costo de su vestimenta no cuadra con sus ingresos como alcaldesa, ahora con licencia. Si Cuevas tiene un plan de gobierno para la Ciudad este pasa a segundo plano.

Durante su gobierno, Cuevas demostró que primero muerta que sencilla; tal vez no midió que la jactancia, dirían unos, fanfarronería, otros, esté marcando sus aspiraciones. Tampoco le ayudan sus respuestas del tipo: “me gusta el dinero”, “me lo gasto todo”, “compro mi ropa en los outlets”. Con eso demuestra que no es una buena administradora; alguien dirá que, además, es frívola y que si le gusta tanto el dinero, ¿por qué no agarraría un recurso que no es suyo? Esto sucede porque, cuando no se cuida, la imagen que se quiere proyectar puede ser muy distinta a la que la gente construye.

Si, por ejemplo, quería generar una percepción de firmeza, no es vistiéndose de policía de élite como lo iba a lograr. ¿Qué haría cualquiera que ve llegar un pelotón de motocicletas negras con sujetos vestidos completamente de negro acercarse a su colonia? ¡Huir! ¿Qué puede ser más anticlimático que un equipo de campaña cuya imagen es una mezcla de policías e integrantes de un cártel?

De igual manera la persigue la polémica. Decidió abrir varios frentes en su gobierno y pelearse con diferentes grupos. Todo esto la lleva a ubicarse más como controvertida y peleonera que como eficiente y firme.

Algo similar le está pasando a Hugo López-Gatell. Prácticamente no hay entrevista en donde no le echen en cara su desastroso manejo de la pandemia, sus erróneos pronósticos, el papelazo que hizo con el uso del cubrebocas, entre otras linduras. El subsecretario, que no tiene otra forma de responder, le echa la culpa a la infodemia, a los medios, a qué la gente no sabe sumar o restar o multiplicar, es decir todos son culpables menos él. López-Gatell ha intentado mantenerse ecuánime, pero el tono de voz pasivo-agresivo delata su profunda molestia e incomodidad.

El exsecretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, también está viendo cómo los medios le están diciendo: “sé lo que hiciste el sexenio pasado”. El tema de Ayotzinapa y sus lazos con Genaro García Luna están también presentes en las entrevistas periodísticas. Por supuesto, a estas alturas, él ya sabe qué contestar, pero seguramente piensa: “qué molesto es esto de tener pasado”.

No son los únicos. A Rocío Nahle, que aspira a la candidatura de la gubernatura de Veracruz, se le están viniendo encima no sólo por su lugar de nacimiento, Zacatecas, sino porque su paso por la Secretaria de Energía fue totalmente intrascendente. Sólo se le recordará con un casco blanco dando los reportes de una Refinería Dos Bocas que costará el doble y cuya producción de petróleo está retrasada respecto a los planes originales. Por eso, cuando el viernes el Presidente señaló que Nahle le había presentado la renuncia, más de uno se preguntó ¿pues que no se había ido?

Por su pasado y sus escándalos es que muchos suspirantes prefieren tener entrevistas a modo y no ir a medios en los que saben que los pueden cuestionar. Sin embargo, se podrán salvar de las entrevistas, pero no de sus propios correligionarios y del fuego amigo, quienes también conocen sus pecados.

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