Bájele una rayita a su prepotencia

Hace de la privacidad una sugerencia, no una garantía

El mismo Presidente lo ha dicho una y otra vez: “No se puede apagar el fuego con el fuego”. Sin embargo, la estrategia presidencial para lidiar con el calor es hacer declaraciones que más bien parecen lanzallamas. Este peculiar enfoque de bombero pirómano, donde se combaten las actitudes incendiarias con discursos inflamables es lo que hizo que el viernes pasado ardieran Palacio Nacional y las redes sociales.

El debate que ha acaparado la atención ya no fue si el reportaje de The New York Times era totalmente descafeinado y sin el rigor periodístico característico del medio, sino que el mandatario había dado a conocer el teléfono de la periodista Natalie Kitroeff, quien le pidió su punto de vista sobre los testimonios que aseguraban que personas cercanas, incluso sus hijos habían recibido dinero del narco. Seguramente, el Presidente y su vocero pensaron ¿quién necesita privacidad cuando puedes tener fama internacional?

El viernes, durante la mañanera, la reportera Jésica Zermeño de Univisión, le aplicó al Presidente un interrogatorio que deberían aprender los agentes de la FGR, pues sin siquiera meter las manos, hizo que Andrés Manuel López Obrador se declarara culpable de violar la ley de transparencia que prohíbe este tipo de conductas. A su juicio, él está por encima de esas leyes mundanas y terrenales, porque su autoridad moral y política eclipsan cualquier legislación.

No sólo eso, sino que dio luz verde para que cualquiera pueda filtrar datos personales de alguien más porque “la vida pública es cada vez más pública”, haciendo de la privacidad una sugerencia, no una garantía. Por ello, este fin de semana, las redes sociales se convirtieron en un directorio telefónico abierto a todo el público. Entre los “afortunados” que recibieron la distinción de ser parte de este reprobable experimento estuvieron José Ramón López Beltrán y Jesús Ramírez, vocero presidencial. El hijo del Presidente se quejó de la invasión, pero los usuarios le respondieron lo que el mismo mandatario le pidió a la reportera: “Si está preocupado porque se dio a conocer su teléfono que lo cambie”.

López Obrador también aprovechó su enojo por el reportaje del periódico estadunidense y las preguntas de Zermeño, para arremeter contra el gremio periodístico: “Ustedes se sienten bordados a mano, como una casta divina, privilegiada” y más adelante continuó: “Tengan capacidad para la autocrítica y bájenle una rayita a su prepotencia”.

El tabasqueño no se dio cuenta que lo que abrió el viernes fue una caja de Pandora, avivando las llamas de un país ya incendiado y polarizado. Además, aunque los mensajes estaban dirigidos a los periodistas, hoy a cualquiera le pueden responder como hizo el Ejecutivo.

A los que se han indignado y enojado por haber sufrido una extorsión vía telefónica, bájenle una rayita al drama y cambien su teléfono. ¿Le filtraron sus datos personales? No se queje, porque se está aplicando un principio de la transparencia y México es un espacio público.

Si a una persona la detienen por haber cometido un delito, pueden decir: “Por encima de esa ley, está la autoridad moral de mi persona que merece respeto”. De acuerdo con la visión lopezobradorista, hay ciudadanos de primera a los que no les aplica la ley, como a él, y ciudadanos de segunda que deben cumplir las normas y la Constitución.

Es el Presidente quien le debería bajarle no una, sino dos rayitas a su prepotencia. Ningún periodista tiene la fuerza ni el poder del Estado que él tiene, tampoco un aparato de seguridad que lo proteja. Si eso no lo entiende es que el enojo y el odio le están nublando la razón.

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