Apaciguamiento
“No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Estas palabras, pronunciadas por Winston Churchill durante su primer discurso ante la Cámara de los Comunes, son de las más recordadas y parafraseadas. Menos reconocido es el hecho de que las ...
“No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Estas palabras, pronunciadas por Winston Churchill durante su primer discurso ante la Cámara de los Comunes, son de las más recordadas y parafraseadas. Menos reconocido es el hecho de que las pronunció tras haber sucedido a Neville Chamberlain, quien tuvo que renunciar al cargo de primer ministro después de perder el gran apoyo del que gozaba debido a su célebre política de apaciguamiento. Dicha estrategia consistió en hacer concesiones (Tratado de Múnich) a una potencia extranjera (Alemania Nazi) para evitar mayores conflictos. Chamberlain no nada más no evitó la Segunda Guerra Mundial, sino que fue culpado por no haber preparado al país para lo que se venía. En general, nadie desea que se le vaticinen dolor y pesares; pero lo que Churchill entendió fue que, en ese momento, el pueblo británico requería una buena dosis de realismo que los mantuviera en curso hasta la victoria. Salvadas las distancias, en México podríamos estar en una circunstancia parecida. A seis días de que Donald Trump sea proclamado de forma oficial presidente de Estados Unidos, seguimos queriéndonos convencer de que no cumplirá sus amenazas. En varios medios de comunicación se ha insistido en que no podrá deportar a los 11 millones de migrantes indocumentados (de los cuales la mitad son mexicanos) porque sería muy costoso, traería muchas dificultades legales y ni siquiera cuenta con la infraestructura necesaria. También se ha dicho que no impondrá aranceles del 25% a todos los productos porque eso afectaría a su propia economía. Y no se cree que sea probable que ordene una incursión militar en nuestro país porque, como dijo el exembajador Gerónimo Gutiérrez: “Eso haría retroceder tres décadas la relación entre ambos países”. Hoy se me ocurre una pregunta inquietante: ¿Y si sí? No hace falta que cumpla a cabalidad sus amenazas. Como él mismo dice en The Art of the Deal: “Mi estilo de negociar es muy sencillo. Apunto muy arriba y entonces empujo y empujo y empujo hasta conseguir lo que quiero”. Según el reporte de Riesgos políticos para 2025, elaborado por Integralia, con sólo aumentar las deportaciones sensiblemente nos detonaría problemas de seguridad, de provisión de servicios en las fronteras, afectaría las remesas y generaría presiones laborales en varios estados. Un solo ejemplo es el millón de chiapanecos que podrían ser deportados sin que ese estado se haya preparado para recibirlos. En cuanto a la posible escalada arancelaria, ciertamente, afectaría a ambos países, pero como exportamos más del 83% de productos (sin petróleo) a Estados Unidos y ellos a nosotros sólo el 16%, el mayor impacto sería para México y todo apunta a que ellos están dispuestos a asumir un costo temporal, con tal de devolver a su territorio varias industrias, sobre todo la automotriz. Por último, queremos dar por descontado que no habrá invasión tras declarar a los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas”, pero algunos expertos, entre los que se cuenta el exembajador Arturo Sarukhán, piensan que, al menos, un ataque teledirigido podría ser muy verosímil. Sólo queda esperar que el decomiso de siete millones de dólares en mercancía china en Sonora, la incautación récord de 400 millones de dólares en pastillas de fentanilo en Sinaloa y la reducción del 75% en el flujo migratorio hacia Estados Unidos, de noviembre a enero, sean suficientes para apaciguar a Estados Unidos y mantenernos “con la frente en alto”.
SPLASH
Winston Churchill tenía sobre su escritorio el cuerpo disecado de Splash, un ornitorrinco que perteneció a Robert Eadie, un oficial británico quien, además, le salvó la vida durante la Guerra de los Bóers.
