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Sociedad líquida, educación sólida

Santiago García Álvarez

Santiago García Álvarez

La idea de permanencia ha ido perdiendo terreno en el mundo actual. Hoy en día prevalece el pensamiento líquido o gaseoso y la búsqueda de la verdad parece circunscribirse a las ciencias experimentales. Lo sensitivo y lo digital han ido adquiriendo un protagonismo que favorece lo caduco, rápido e inestable. Las ideas fluyen por la fuerza de las modas o de lo políticamente correcto. Para Bauman, famoso por acuñar el término de modernidad líquida, la educación ha sido una de las tantas víctimas de esa cultura actual que privilegia lo fragmentado, breve y tecnológico sobre lo profundo y sólido. No es de llamar la atención que el UNIV, congreso universitario que se celebra cada año en Roma, eligiera como tema para 2021 “Navegar: buscando una educación sólida en una sociedad líquida”. Una invitación a hablar sobre este tema me llevó a investigar y reflexionar sobre el mismo.

Según estudios de Bloomberg, Nielsen y el Financial Times, los jóvenes en la actualidad desean una educación alineada con lo que viven en su realidad inmediata: entretenida, rápida, flexible y dinámica. El estudiante contemporáneo analiza las instituciones educativas bajo la lupa de un proveedor de servicios que debe mantenerme satisfecho como cliente, a quien puedo recomendar o desaconsejar, como se hace al utilizar una plataforma digital, como Uber.

Por su parte, Jonathan Haidt, en un interesante estudio sobre el modo en que se ha educado a las generaciones actuales, que publicó con el título The coddling of the american mind, llegó a la conclusión de que la sociedad, especialmente la americana, ha sobreprotegido a los jóvenes debido al miedo a exigirles y a la tendencia a evitar el dolor al máximo posible, favoreciendo lo líquido sobre lo sólido. Según el profesor de la NYU, ha prevalecido una educación “blanda” en las últimas décadas orientada, sobre todo, a proteger la afectividad de los jóvenes, lo que, irónicamente, ha generado el efecto contrario: jóvenes más infelices y con poca confianza en sus propias capacidades. No es casualidad que los mayores niveles de ansiedad y depresión en adolescentes se ubiquen entre las clases altas y medias americanas.

Susan Bobbit Nolen, investigadora de la Universidad de Washington, ha señalado que la sociedad actual empuja a las personas a la superficialidad, lo que ha orillado a los jóvenes a valorar el reconocimiento por encima de la comprensión en profundidad. Según los estudios de la profesora norteamericana, es precisamente esa carencia de deep learning uno de los grandes retos del mundo actual.

Los estudios citados son una pequeña muestra de cómo la sociedad contemporánea ha favorecido lo líquido. Los jóvenes buscan principalmente lo accesible, divertido y fácil. Las familias han educado bajo la lógica de la minimización del dolor y maximización de la protección. Sin embargo, “el momento de la verdad” en la vida profesional y de la satisfacción personal no parecen avalar este modelo gaseoso, sino más bien cuestionarlo. Los estudios sobre jóvenes, empresas, emprendimientos y satisfacción personal añoran una educación sólida.

Según un estudio de Chegg & Harris Interactive, las organizaciones evalúan a sus jóvenes contratados siempre por debajo de la calificación que ellos mismos se asignan en cada una de las 10 competencias fundamentales en el trabajo. En esa misma línea, el “Talent Shortage Survey” nos hace ver la insatisfacción de muchas empresas con la preparación de los jóvenes, que parecen no estar sólidamente preparados para encarar los retos de la vida profesional. Incluso, en el mundo del emprendimiento, muchos emprendedores notables han hecho ver cómo la falta de resiliencia hace que muchos no perseveren en sus intentos y se desalienten ante el fracaso.

Ken Bain realizó una amplia investigación con estudiantes universitarios para entender cuáles eran los mejores en cuanto a éxito profesional y satisfacción personal, para concluir que los mejores son aquellos que llegan con un propósito definido a la universidad y que están centrados en el ser más que en el hacer o el parecer. Al mismo tiempo, son aquellos que controlan su propia vida y asumen la responsabilidad de su propia formación, tienen metas claras y abordan lo desconocido con ilusión. En definitiva, aquellos que tienen mayor solidez.

Las fuerzas culturales y sociales apuntalan la visión líquida de la vida, pero la vida misma reclama solidez humana para enfrentar sus principales retos. Cuando preguntamos sobre los modelos educativos, la mayoría exige bases sólidas que puedan soportar nuestro futuro como sociedad. Con métodos didácticos modernos y sin rigideces propias del pasado, la educación actual tendría que formar ciudadanos responsables, personas éticas y generaciones fuertes que enfrenten los complejos problemas del mundo actual.

La estructura axiológica actual está sufriendo una crisis profunda. Es prioritario un diálogo más profundo entre distintos actores de la sociedad para alinear objetivos de forma y fondo. Pienso que es posible confiar en la capacidad humana para alcanzar respuestas satisfactorias que nos permitan navegar con confianza en esta sociedad líquida. En el fondo, el ser humano siempre ha buscado, busca y buscará la verdad, amará la belleza y añorará una solidez dinámica y flexible.

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