Crítica inteligente

La opinión pública desempeña un rol vital, ya sea como fiscalizadora que fomenta la rendición de cuentas o como portavoz de las minorías desprotegidas. Para que los medios de comunicación cumplan esta función social y actúen como contrapeso efectivo, deben ser independientes, accesibles y, sobre todo, comprometidos con la verdad.

Los medios de comunicación, la opinión pública y las redes sociales desempeñan un papel crucial en las democracias contemporáneas. Su labor de denunciar abusos de poder, investigar la corrupción, ofrecer diversidad de perspectivas y dar voz a los sectores más vulnerables es indispensable para fortalecer las instituciones y promover el bienestar común. Sin embargo, cuando la crítica se torna desproporcionada o es incapaz de reconocer aspectos positivos, puede convertirse en un instrumento contraproducente que pierde su propósito original, es decir, generar cambios constructivos y corregir lo que está mal.

El exceso de negatividad en redes sociales o medios de comunicación, aunque pueda entretener a ciertas audiencias, también provoca desgaste y saturación. Esto puede llevar a que otros segmentos del público dejen de prestar atención. Cuando los mensajes son “dados cargados”, los lectores comienzan a cuestionar la objetividad de los comentarios y a sospechar de posibles distorsiones de la realidad. En este contexto, resulta más difícil identificar los verdaderos problemas, prevalece la polarización, y aumentan la desconfianza y el enfrentamiento, dificultando un diagnóstico eficaz y la búsqueda de soluciones adecuadas.

En las democracias actuales es común observar críticas hacia figuras públicas o gobiernos, quienes, en respuesta, niegan casi sistemáticamente las acusaciones. Este fenómeno genera incertidumbre: ¿son reales y justificadas las críticas?, ¿tienen fundamento? La credibilidad de los gobernantes se ve erosionada por su actitud defensiva, pero también los críticos pierden legitimidad cuando sus mensajes se limitan a temas negativos, alimentando la percepción de parcialidad y falta de objetividad.

La crítica excesiva genera una niebla en la que se diluye la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, lo grave y lo trivial. Paradójicamente, esto termina favoreciendo el mal ejercicio del poder, ya que dificulta criticar con precisión los aspectos realmente problemáticos y, mucho menos, propiciar soluciones para cuestiones urgentes. En este panorama, la posverdad se consolida como la ganadora, mientras que los ciudadanos pierden la claridad necesaria para ejercer su papel en la democracia.

La ciudadanía necesita información veraz que le permita formar un criterio sólido frente a los acontecimientos que la rodean. En este sentido, la opinión pública desempeña un rol vital, ya sea como fiscalizadora que fomenta la rendición de cuentas o como portavoz de las minorías desprotegidas. Para que los medios de comunicación cumplan esta función social y actúen como contrapeso efectivo, deben ser independientes, accesibles y, sobre todo, comprometidos con la verdad.

Destacan aquellos medios y portavoces que basan su labor en evidencias, sustentan sus argumentos con datos verificables y ofrecen análisis completos e imparciales. Aunque estos estándares no pueden exigirse a quienes participan en redes sociales, es fundamental generar conciencia sobre los efectos dañinos de las plataformas sesgadas, politizadas o ideologizadas. Asimismo, sería positivo promover un mayor apego a la verdad en el contenido que circula en estos espacios. Ganaría mucho la sociedad.

La crítica es esencial para el buen funcionamiento de las instituciones, los gobiernos y las empresas. Sin embargo, si no se ejerce con inteligencia, corre el riesgo de perder fuerza y credibilidad. Esto genera un círculo vicioso en el que se vuelve cada vez menos relevante distinguir entre fortalezas y debilidades, y se debilita la rendición de cuentas.

Se trata, por tanto, de crear un entorno que favorezca la existencia de medios libres, independientes y responsables; líderes de opinión sin agendas particulares y con apetito por el bien común; así como redes sociales menos sesgadas y con mayor apego a la verdad. Entonces estaremos más cerca de exigir rendición de cuentas al poder y de construir sociedades más fuertes y justas. La crítica débil no soluciona; la crítica excesiva genera sospecha; la crítica constructiva no siempre es suficiente. Quizá habría que dar más juego a la crítica inteligente.

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