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Mercados bajo control del crimen

Ruth Zavaleta Salgado

Ruth Zavaleta Salgado

Zurda

En mayo de este año, el Instituto Brookings publicó una amplia investigación sobre cómo operan los grupos criminales mexica­nos que trafican ilegalmente especies mari­nas con comerciantes de China. El principal producto que comercian estos grupos (men­cionan al Cártel de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación) es el buche de totoaba o corvi­na blanca, pero también, reptiles, pepinos de mar, abulones, tiburones y hasta jaguares. A partir de testimonios de diferentes actores, tanto de México como de China, el estudio nos ilustra sobre el grado de control que ejercen estos grupos respecto a: cuánto se puede pescar, a quién y a qué precio se ven­den los productos. Además, también con­trolan a las plantas procesadoras que sólo pueden procesar lo que ellos les vendan.

No es la primera vez que se habla de este problema, desde 2012, en la Cámara de Di­putados se debatió el tema de la pesca ile­gal de totoaba, porque se relacionaba con el riesgo de extinción de la vaquita marina. Después de varios años, en el 2018, se rea­lizaron operativos entre los dos gobiernos para frenar la pesca ilegal, pero no fue sufi­ciente, hoy las redes criminales tomaron el control total de su comercio en el mercado negro.

Aunque el estudio no habla de un tema desconocido, resulta muy ilustrativo respec­to a cuál es el mecanismo que utilizan los grupos criminales para controlar la produc­ción, venta y distribución de determinados productos. Lamentablemente, esto se rela­ciona con otros hechos que se han presen­tado en esta semana, en otras regiones de la República, con otros productos. Por ejem­plo, los actos violentos contra productores y distribuidores de pollo en Chilpancingo, Guerrero. El asesinato de ocho personas re­lacionadas con este caso, incluida una me­nor de edad, no fue el único costo para los ciudadanos. Se produjo escasez del produc­to, se elevó su precio y se causó un estado de pánico entre el gremio de los vendedores de pollo, muchos de ellos prefirieron ya no realizar esa actividad.

Otro ejemplo es lo que pasó en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en donde un centenar de hombres armados tomaron las calles de forma violenta ocasionando el des­concierto y el terror de los ciudadanos, que quedaron atrapados y buscaron refugiarse en donde pudieron. Por las versiones difun­didas por algunos medios de comunicación, se supo que estas personas pertenecían al grupo delictivo de Los Motonetos y sus actos estaban relacionados con la disputa por el control de los mercados de ese municipio.

La extorsión y el cobro de piso no es nuevo, en este mismo espacio ya había­mos escrito algo sobre lo que está pasando en la Ciudad de México. Pero es un delito que poco se denuncia, aunque haya crecido exponencialmente. Uno de los principales motivos para no denunciar es que los delin­cuentes se hacen presentes en los lugares en donde trabajan sus víctimas, por lo que hay un temor fundado de que haya represa­lias. Y es que para que el crimen organizado prospere cometiendo estos delitos, tiene que haber colusión con la autoridad, ya sea por complicidad o por omisión.

De qué otra forma se puede comprender la respuesta del Presidente de la República cuando fue cuestionado respecto a éstos y otros hechos violentos en la semana: “Hay lugares en donde predomina una banda fuerte y no hay enfrentamientos entre grupos y por eso no hay homicidios, ¿se lo explico más?... por ejemplo, Sinaloa”. El problema es que, si bien es cierto, hay menos homi­cidios comparados con la media nacional, los delitos del orden común, como la extor­sión y cobro de piso se han incrementado en esos lugares. Incluso, en algunos ha bajado el porcentaje de homicidios, pero se incre­mentó el de las desapariciones.

Lamentablemente, la política de abrazos y no balazos del presidente Andrés Manuel López Obrador, no sólo es un discurso, para que se cumpla, ya les retiró el apoyo econó­mico (Fortamun) a los gobiernos municipa­les. Sin estos recursos ha dejado en mayor indefensión a los ciudadanos que, en algu­nas regiones viven bajo la dictadura de los criminales.

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