Debate y posdebate
Claudia Sheinbaum mantuvo la calma y el control de sus reacciones (no todos lo ven como una virtud).
Todavía no pasa una semana y el primer debate de los candidatos presidenciales ya es una noticia vieja. Sin embargo, para bien o para mal, lo que pasó, o lo que no pasó y debería haber pasado, sigue impactando a cada uno de los protagonistas. En primer lugar, no obstante los esfuerzos de los moderadores, el formato del debate fue deficiente y no permitió que realmente se debatiera. Además, las fallas del reloj abonaron a generar un clima de desconfianza hacia el INE, como si el hecho de ser responsables de organizar el evento, le diera posibilidad a algún malévolo consejero de manipular las manecillas.
En segundo lugar, la pregunta obligada ¿Quién ganó el debate? puede responderse desde la perspectiva que se vea. Por ejemplo, Claudia Sheinbaum y su equipo opinaron que ganaron el debate, porque ella mantuvo la calma y el control de sus reacciones (no todos lo ven como una virtud). Pero, en realidad, ella no debatió. Por el contrario, evadió dar respuesta a los señalamientos de los otros adversarios y varias preguntas ciudadanas no las respondió, porque, tal y como lo dijo, ella quería hablar de otras cosas, y así lo hizo. Uso su tiempo para presumir sus reconocimientos como funcionaria pública; para reiterar que va a continuar con las mismas políticas del actual gobierno encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (aunque a él le haya parecido insuficiente), y para revelar información privada de su adversaria política.
No fue así el caso de Xóchitl Gálvez, quién la tenía difícil y ella misma ha reconocido no haber quedado satisfecha con su desempeño. Pero trae sobre sus hombros el peso de representar el cambio de rumbo político del país, por lo que necesitaba demostrar capacidades más allá de las que le exigen a cualquier candidato ordinario. De esta forma, su nerviosismo fue evidente de principio a fin y la limitó para actuar como lo hace la mayoría de veces en la cotidianidad. Si bien es cierto, puso en la mesa buenas propuestas, lo que más resaltó de su participación fueron sus intentos de provocación a Claudia (sin respuesta), y su deslinde de los partidos políticos que la registraron (considero que fue un error) para reafirmarse como candidata ciudadana, quizás por la presión que implica que éstos no gocen de la confianza de los ciudadanos. No obstante, yo considero que, en el segundo debate, Xóchitl logrará estar por encima de las expectativas, toda vez que es una persona altamente resiliente y algunas de sus propuestas de gobierno, como la de salud o seguridad pública, representan una alternativa viable al fracaso de este sexenio.
En tercer lugar, no podemos dejar de reconocer el crecimiento en conocimiento de los ciudadanos de Jorge Álvarez Máynez después del debate. Tal vez aquí sí conviene aceptar que aplica el dicho de que “aunque hablen mal de él, lo importante es que hablen”. No obstante, pocas personas recordarán cuáles fueron sus propuestas, aunque no podremos olvidar su sonrisa y los feroces ataques en contra de Xóchitl y la coalición Fuerza y Corazón por México.
Cabe mencionar que los debates, a pesar de ser un elemento primordial de las campañas políticas en los países con democracias consolidadas, como, por ejemplo, en Estados Unidos o en España, porque pueden influir para ganar o perder una elección, en México tienen poco impacto en el ánimo de los electores. Diversas experiencias desde 1994 han demostrado que, incluso, un candidato puede ganar el debate, pero no significa que ganará la representación popular. Aunque, tal vez, ahora sea diferente, no por el debate entre las candidatas y el candidato, sino por la confrontación en redes sociales y en las mesas de los medios de comunicación después del debate, es decir, la narrativa construida en el posdebate por algunos personajes de cada equipo que, tal vez seducidos con la idea de que el debate lo gana quien gana el posdebate, montaron verdaderos espectáculos para convencer a la audiencia de que fue su candidata, y no la otra, la que ganó el debate.
