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El porfiriato y Morena

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

Los partidos políticos como los conocemos el día de hoy son resultado de los procesos revolucionarios liberales. Inglaterra tiene un precedente histórico que data de finales del siglo XVIII. Las libertades que otorgan los derechos dieron a la población la estructura institucional para el establecimiento de la soberanía nacional.

La diferencia ideológica, siempre valiosa. Otorgó el derecho a disentir, por ende, a ser representado por organizaciones políticas afines a sus posturas, identidades e idiosincrasia con libertad, buscando ser la liga entre la sociedad y el Estado.

En Europa, los partidos políticos sólo tenían presencia social en los periodos electorales, la ideología no era un ente de emancipación profunda. A pesar de ello, en Inglaterra lograron el sufragio universal para todo el país; esa influencia se exportó prácticamente en los años venideros a todo el continente, todas las capas sociales fueron tomadas en cuenta para las decisiones políticas o algunas de ellas.

La integración también de diversos gremios de la producción, sociales y políticos, a la convivencia y vida política, comenzaron a democratizar los derechos universales y fueron piezas clave en la parte ideológica de los institutos políticos como los conocemos hoy en día prácticamente todo el mundo.

En México, la parte ideológica de los partidos políticos se remonta, toda proporción guardada, al enfrentamiento entre federalistas y centralistas. Pasados los años, hubo una transformación de nomenclatura e ideología, los federalistas en liberales y los centralistas en conservadores.

Después del triunfo del liberal Benito Juárez sobre los conservadores, da pie a la creación del “partido conservador” y el “partido liberal”.

México ha tenido que pasar por todo un proceso histórico y de desarrollo económico, pero sobre todas las cosas, ideológico, que se ha podido diferenciar en dos grandes bloques y partidos políticos, con diversas identidades, lo conservador, que ya fue demolido y cuenta con una ínfima representatividad social y evoca un régimen de corrupción y descomposición que ha producido millones de pobres, por haber priorizado decisiones para las cúpulas del poder; en franco contubernio con una élite perversa y sin moral, donde participan empresarios, comunicadores, principalmente, asociados a personajes aspiracionistas.

Lo más cercano a lo liberal es el movimiento-partido Morena, que suma también a diversas posturas ideológicas, pero todas en torno a un gran liderazgo encarnado en el presidente Andrés Manuel López Obrador. En un hecho sin precedentes históricos, ganó por más de 30 millones de electores la elección de 2018.

Los simpatizantes y militantes fueron llamados a una encuesta organizada por el INE. Resultado de una sentencia emitida por el TEPJF para proceder a elegir a su presidente. También inédito que un partido político de la envergadura de Morena no tuviera la capacidad de operación política para hacerlo orgánicamente, mucho pueblo para tan ínfimo y casi invisible dirigente interino. Una nulidad.

Ahora que ha resultado la primera encuesta, donde según los lineamientos 11 y 12 se sometería a una segunda vuelta de encuesta en caso de empate técnico, comenzó el protagonismo rancio. Una vergüenza mostrar el autoritarismo que estaba a flor de piel, Porfirio Muñoz Ledo en un acto de inestabilidad emocional traiciona al presidente López Obrador.

Una nueva versión del porfirismo. Su conducta se remonta a la violación de libertades en claro entreguismo a los adversarios conservadores.

No se debe caer en la trampa. La unidad del movimiento es vital para el futuro político del partido y la viabilidad del país. Se requiere energía, alianzas, acuerdos y reconciliación inmediata para seguir construyendo nuestra nación. Mario debe ser presidente.

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