Trump

Con el fallido atentado, el republicano ganó y Estados Unidos se separó más.

Siete semanas atrás se reportaba desde la Corte de Manhattan que el expresidente Donald Trump había sido encontrado culpable de 34 cargos en uno de los juicios históricos más importantes de la nación norteamericana. Los expedientes lo convertían en el primer expresidente de Estados Unidos en ser condenado en un juicio penal, con lo cual, automáticamente, pasó a ser denominado como un criminal convicto.

Se le trató de humillar, de apuntar como un criminal, y se cuestionó sobre si legalmente, al ser un convicto, podría continuar en la tan anhelada carrera presidencial. Se dijeron muchas cosas y se hizo toda una revuelta en los medios para tratar de sacarlo de la jugada. Sin embargo, aun con todo lo sucedido y la pésima imagen que reflejaba Trump en todos lados, su apoyo creció descomunalmente.

Nada ni nadie ha sido capaz de pedirle que reconsidere su decisión o que tan siquiera piense en dejar la candidatura. Legalmente, ni la Constitución ni alguna ley le prohíbe participar. En pocas palabras, un convicto puede ser presidente de la nación más poderosa del mundo si su pueblo así lo decide.

A la par de esto y desde el otro lado, los demócratas disfrutaban la cobertura mediática sobre Trump, pero sabían perfectamente que el republicano no descendía, sino al revés, ascendía al pasar las semanas con su victimización y su discurso de odio.

La preocupación empezó a ser una tendencia dentro del círculo demócrata cuando la Corte Suprema le dio al expresidente una especie de inmunidad parcial a la hora de ser procesado por las acciones oficiales que llevó a cabo dentro de sus cuatro años como mandatario. El equipo de Trump, automáticamente, lo tomó como una victoria.

Con lo sucedido desde el lado de Trump y los constantes tropiezos por parte del presidente Biden, los demócratas se han venido desuniendo desde hace meses, al no estar seguros de si el actual mandatario estadunidense será capaz de derrotar al monstruo MAGA. Monstruo que, cuando parece que pierde, gana; y cuando parece que resta, suma apoyo desde los rincones más radicales y racistas de Estados Unidos.

Con el distanciamiento y el divisionismo dentro de la cúpula demócrata, la prensa estadunidense ha encendido de más una llama que empieza a oler a fuego y con riesgo de incendio. Todos los caminos llevan a que Biden tendría que dejar la carrera presidencial. La presión se extiende poco a poco debido al mismo fuego amigo y a la prensa. El miedo existe y casi todos los pronósticos dan el mismo resultado: la victoria de Trump.

Y mientras esto sucede y las cosas van de mal en peor para Biden, este pasado fin de semana en Butler, Pensilvania, se llevó a cabo un atentado contra la vida de Donald Trump. Atentando que estuvo a milímetros de convertirse en una tragedia, como la que tuvo lugar con John F. Kennedy en 1963, pero que resultó solamente en una herida en la oreja del expresidente y en un acto de heroísmo que muy probablemente le sume mucho más a su tan afamada campaña presidencial.

Con el fallido atentado, Trump ganó y Estados Unidos se desunió más. Joe Biden está a días de poder dejar la contienda presidencial, aunque no lo quiera, y deberá pasarle la estafeta a un demócrata que perderá en noviembre.

El convicto y salvado por la mala puntería de su atacante acepta ser el nominado republicano a la Presidencia de Estados Unidos. Nada lo detendrá a él ni a su posible próximo vicepresidente, quien es otro Trump pero más revolucionado y radical.

Se vienen tiempos difíciles dentro y fuera de Estados Unidos. Así se ve.

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