¿Se le debe algo a Pedro Castillo?

Sabemos poco o mucho sobre Perú. Tal vez, sólo recordamos al país andino por su ceviche o por su gran Machu Picchu, pero sin duda, podría decir que Perú se ha vuelto parte de nuestras conversaciones políticas rutinarias últimamente, queramos o no, dentro de un ...

Sabemos poco o mucho sobre Perú. Tal vez, sólo recordamos al país andino por su ceviche o por su gran Machu Picchu, pero sin duda, podría decir que Perú se ha vuelto parte de nuestras conversaciones políticas rutinarias últimamente, queramos o no, dentro de un México que sufre bastante por sus propios problemas internos y externos.

Perú nos debería importar poco o nada ante lo que vemos y vivimos diariamente dentro de México, pero directa o indirectamente, México ya es parte de una narrativa política que nos une con Perú de manera innecesaria al estar inmiscuido en los problemas internos de un país soberano que no se mete con nadie, que no le pidió a nadie meterse y que sólo trata de resolver la situación que un presidente golpista agudizó en diciembre pasado.

Sí, ese golpista se llama Pedro Castillo.

Para algunos, Castillo es una víctima de la derecha golpista, del imperio yankee y de la minoría rapaz que no quería a un profesor rural en la presidencia andina, pero para otros, es el individuo que agudizó todavía más la crisis política que ya existía desde hace más de cinco años en Perú ante el autogolpe de Estado que él mismo dio el pasado 7 de diciembre. Todo es cuestión de narrativas e ideologías políticas.

Desde México, se ha tratado de defender a Castillo con una narrativa ciega, sin sentido y con una necesidad de provocar, no sé si tanto un rompimiento de relaciones diplomáticas con el nuevo gobierno de Perú, pero sí de causar un

enfrentamiento político-diplomático que no llega absolutamente a nada ni con Pedro Castillo y ni con la situación interna de la nación andina.

El tema de Perú no es sencillo, pues hay aristas, conceptos y situaciones que llevan a tomar partido entre Castillo, Dina Boluarte y buscar nuevas elecciones presidenciales en la nación sudamericana.

En el caso de Dina Boluarte, la actual presidenta de Perú, se le tacha de golpista, de espuria y de no ser alguien que fuera elegida democráticamente por el pueblo, pero al final, a muchos en México se les olvida que ella era parte de la candidatura, del gabinete y del equipo que entró con Pedro Castillo a la presidencia de la República de Perú cuando el originario de Cajamarca le ganó en las elecciones presidenciales a Keiko Fujimori durante el verano de 2021. En pocas palabras, sí fue elegida democráticamente junto con Castillo. Asimismo, Boluarte era la vicepresidenta de la nación andina y del gobierno de Castillo, por ende, si el presidente era destituido o renunciaba a la presidencia, su vicepresidenta se convertía automáticamente en la presidenta de la República de Perú. Está escrito en la Constitución de la nación sudamericana.

Entonces, Perú tiene a una presidenta legítima bajo los estatutos de su constitución. Algo que en México no se sabe o sí, pero la defensa a Castillo es terca, de orgullo y de necesidad, aunque se haga un ridículo internacional. Así lo veo.

En lo personal, no logro entender si en México se le debe algo a Castillo o cuál es la necesidad de provocar una inestabilidad político-diplomática por un tipo que es un criminal y un golpista. No sé si en México se sigue todavía la Doctrina Estrada, se respeta la autodeterminación de los pueblos o ya se decidió defender a los golpistas cuando conviene, pero mientras eso sucede, a los mexicanos se nos inmiscuye en un tema que nos pone al nivel de las autoridades mexicanas sin quererlo y quedando como una nación entrometida, ratonera, entrometida, peleonera e ignorante.

No hay necesidad.

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