¿Petro, en aprietos?

Cuando Gustavo Petro fue investido en la Plaza Bolívar me quedó muy marcado el que haya realizado su juramento ante la icónica espada de Simón Bolívar. Me parece haber presenciado un acto místico, histórico y con ciertos aires de demagogia, pero era su sello ...

Cuando Gustavo Petro fue investido en la Plaza Bolívar me quedó muy marcado el que haya realizado su juramento ante la icónica espada de Simón Bolívar. Me parece haber presenciado un acto místico, histórico y con ciertos aires de demagogia, pero era su sello personal, el sello de lo que suponía representar un cambio trascendental en una Colombia que presenciaba la llegada del primer presidente de izquierda con sangre guerrillera.

El presidente Petro se percibe como alguien trabajador y con bastante labia, pero en ocasiones peca al hablar de más, de hacerse ver como un demócrata y luego espanta con fijaciones al estilo del monarca francés Luis XIV. También, al tener mucha labia, se mete en asuntos de otros países sólo por defender a los amigos de su misma ideología, y luego resulta hasta ser nombrado persona non grata. Es un hombre que tiene colmillo político y es carismático, pero tiende a ser un populachero común.

A 10 meses de iniciar su presidencia, Petro no ha sabido gobernar con la coalición que lo llevó a gobernar Colombia y tampoco ha sido capaz de negociar con el Congreso para que pasen las reformas que él mismo promovió durante su campaña presidencial: salud, pensiones y trabajo.

Y quién sabe si pasen próximamente, porque la legislatura actual en menos de 15 días culmina y no se ve por dónde podría haber una negociación para aprobar las reformas que busca Petro en su administración. Ante esto, tendría que suceder un milagro o mejor esperar hasta el próximo periodo, especialmente por el tema de los escándalos difundidos desde la semana pasada dentro de su gobierno. Por ahí se habla de que el Congreso no está interesado en debatir sobre las reformas.

En febrero tuvo que remover a tres ministros del gabinete y en abril se agudizó una crisis interna en su gobierno que propició pedirle la renuncia a todo su gabinete. Se venía un cambio que quitaba a la coalición de izquierda para que llegaran los amigos y los pesos pesados del petrismo.

Y por si Petro no estuviera en aprietos, desde la semana pasada salieron a la luz dos escándalos en las revistas colombianas Semana y Cambio, los cuales podrían marcar por completo su administración y, hasta en una de ésas, buscar la destitución del mismísimo presidente: 1. El espionaje al teléfono particular de Marelbys Meza, la niñera de la exjefa de gabinete de Petro, Laura Sarabia, la cual habría robado en enero siete mil dólares del departamento de la exfuncionaria. La niñera fue llevada al mismísimo Palacio de Nariño para que se le realizara una prueba de bolígrafo y fue espiada bajo un argumento falso donde según era colaboradora del Clan del Golfo, grupo paramilitar colombiano.

2. Los audios y amenazas del exembajador de Colombia en Venezuela, político y gran amigo de Gustavo Petro, Armando Benedetti. Audios filtrados por la revista Semana destapan una pelea interna entre el exembajador y la exjefa del gabinete del presidente Petro, Laura Sarabia, donde Benedetti hace entrever que él habría recibido alrededor de 3.4 millones de dólares “de la costa” (¿Venezuela o el narcotráfico?) para la campaña de Petro y que sin él, Petro no estaría en la presidencia. Al igual, hace entrever que si él abre la boca, entonces todos podrían ir a la cárcel o se acabaría lo que es hoy el gobierno.

Con todo esto, Petro tratará de victimizarse y radicalizar su discurso para obtener sus reformas, pero su popularidad está por los suelos y la Fiscalía lo tiene en aprietos.

¿Se acabó el Petro conciliador? Así parece.

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