¿La última bala de Pedro Sánchez?

El primero de junio de 2018 cimbró un cambio completamente radical dentro de España y su vida política. Un giro de 180 grados se daría en la Moncloa después de que el madrileño Pedro Sánchez triunfara en la moción de censura que presentó contra el tan controvertido ...

El primero de junio de 2018 cimbró un cambio completamente radical dentro de España y su vida política. Un giro de 180 grados se daría en la Moncloa después de que el madrileño Pedro Sánchez triunfara en la moción de censura que presentó contra el tan controvertido expresidente Mariano Rajoy ante el famosísimo Caso Gürtel, que era una red de corrupción política que vinculaba al Partido Popular (PP) en Madrid y Valencia. Con la moción aprobada y Rajoy fuera del gobierno español, al Palacio de la Moncloa llegaba el socialista Pedro Sánchez y toda la coalición de izquierda que por años lucharon por hacerse del poder en España.

Cinco años han pasado desde que Sánchez llegó al gobierno de España, y justo al cumplirse esa fecha, vemos un nuevo acontecimiento que hace temblar a las Cortes, al rey, al congreso, al presidente, a los legisladores y a la sociedad española: una derrota electoral que si bien no es la general, sí dio una idea completamente realista del sentir español sobre lo que estaban haciendo el gobierno sanchista, el PSOE y la izquierda española en todos estos años que se les dio la oportunidad de gobernar un país europeo bastante complicado. Pareciera, un voto de castigo.

Las proyecciones no se veían del todo mal. Se estimaba un empate técnico o una ligera victoria para la izquierda en las elecciones autonómicas y municipales, pero la realidad llegó ya en la noche para Sánchez y el PSOE con 95% de los votos escrutados: sólo tres de las 12 regiones en donde se llevaron a cabo elecciones se quedaron con dominio socialista. El resto de la regiones se había volcado al Partido Popular y a la ultraderecha de Vox, con lo cual, se daba por entendido que las estrategias no funcionaron, las reformas no sirvieron y las cosas no se hicieron bien en los últimos dos y tres años.

Los grandes reveses fueron en Valencia, Aragón, Baleares y Extremadura.

El Partido Popular recibió más de siete millones de votos o un 31.53% de sufragios, mientras que el PSOE obtuvo 6.2 millones o 28.14 por ciento. Vox, por su parte, obtuvo 1.6 millones de votos o 7.19 por ciento. Y también cabe destacar que el PP obtuvo dos millones más de votos que en 2019.

Por ende, la noche se la llevaron los conservadores juntando a Vox con una mancuerna que destrozó por completó al gobierno de Sánchez.

Al tener los resultados, el presidente decidió reunirse en la Moncloa con su gente más cercana del gabinete para revisar lo que sucedió y cuál sería la mejor decisión que se debía tomar después de una derrota que si bien constaba de tres puntos porcentuales, sí era necesario tomar medidas decisivas para que el daño no fuera tan fuerte y se alargara la controversia hasta diciembre que era cuando estaban proyectadas las elecciones generales en el país.

Ante un pequeño debate técnico de ideas, Pedro Sánchez tomó la decisión de dar un golpe de Estado y disolver las cortes para adelantar las elecciones al 23 de julio.

Nadie en el PSOE y nadie de los ministros se atrevió a argumentar o publicar nada en redes sociales durante la noche del domingo. Nadie supo mucho hasta que en la mañana del lunes el presidente Sánchez dio la embestida oficial con cámaras y micrófonos.

La decisión tomada por el presidente pareciera como si fuera su última bala por disparar. Es arriesgada y casi suicida, pero se juega todo contra el PP y Vox. No hay más.

Con las vacaciones de verano, con un calor extremo y con muy poco tiempo de campañas, España decidirá su futuro político.

Sinceramente, creo que Pedro Sánchez se va de la Moncloa en julio.

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