La cumbre que será recordada por algo más
Estados Unidos se tomó bastante en serio la preparación para la IX Cumbre de las Américas desde el año pasado, no sólo por el hecho de que desde 1994 no era anfitrión de ésta, sino también por la necesidad de retomar su influencia y poder que en algún momento ...
Estados Unidos se tomó bastante en serio la preparación para la IX Cumbre de las Américas desde el año pasado, no sólo por el hecho de que desde 1994 no era anfitrión de ésta, sino también por la necesidad de retomar su influencia y poder que en algún momento preponderaron en el continente americano y en distintas partes de América Latina. Su preocupación recae en la gran influencia que China y Rusia le están arrebatando dentro de las esferas económicas y políticas-diplomáticas desde hace algunos años en la región.
En el año 2018, el presidente Donald Trump no acudió a la VIII Cumbre de las Américas, que se llevó a cabo en Lima, Perú. En su representación asistió el vicepresidente Mike Pence.
Es de recordar que en la región se vio con bastantes malos ojos el que no haya asistido el presidente estadunidense a la capital peruana. En ese entonces, parecía que EU se alejaba mucho del tema internacional y se preocupaba más por amenazar a sus aliados y socios comerciales.
Para la novena cumbre y con una política exterior bidenista bastante ocupada, se especuló y debatió constantemente sobre si las dictaduras de Maduro, Ortega y Díaz-Canel serían invitadas a pisar suelo estadunidense y participar en dicho foro continental; esto por la contradicción que se hacía a favor de luchar por las democracias en América, pero nunca objetando la negociación de petróleo con una monarquía absoluta como la saudita. Asimismo, a escasas semanas de llevarse a cabo la cumbre en la ciudad de Los Ángeles, California, y con un ambiente geopolítico bastante complicado por la guerra en Ucrania, se creó un escándalo mañoso e innecesario desde México que, a mi parecer, sólo hizo que en sí la cumbre se dejara en segundo término y se enfocará totalmente en un primer plano la politiquería y la victimización de tres dictaduras que no compaginan con el propósito de realizar una Cumbre de las Américas.
En la misma Carta Democrática Interamericana, creada en el 2001 durante la III Cumbre de las Américas, se acordó que todo Estado que rompa con el orden democrático de su país no podría participar en ninguna cumbre americana.
Ante la amenaza del presidente López Obrador de no acudir a Estados Unidos si no se invitaba a Maduro, Díaz-Canel y Ortega, distintos jefes de Estado apoyaron la moción creada y pensada desde Palacio Nacional en la Ciudad de México.
Queda claro que a la administración de Joe Biden poco le importó el berrinche que causó el mandatario mexicano, como también el que distintos países invitados amenazaran con enviar a sus cancilleres o funcionarios de menor nivel. La decisión se tomó y las autocracias de izquierda no recibieron su invitación para asistir a Los Ángeles.
En total, acuden 23 países representados por sus presidentes o primeros ministros. Ocho envían a secretarios o cancilleres: Bolivia, El Salvador, Guatemala, Granada, Honduras, México, San Cristóbal y Uruguay.
La administración bidenista sabe perfectamente que la cumbre se realizará de manera fructífera y las delegaciones que no acuden con sus jefes de Estado trabajarán de manera normal como si no hubiera pasado absolutamente nada, pero muy en el fondo se toma nota y vienen las consecuencias para después. Seamos sinceros, Estados Unidos no perdona nada.
La IX Cumbre de las Américas será recordada más por el boicot que se inició desde México y por el berrinche de un hombre queriendo abogar por sus cuates autócratas, que por los resultados obtenidos y decisiones tomadas en suelo estadunidense.
