Kast y su victoria en Chile

Llegó al poder gracias al hartazgo de la sociedad y a la tan baja popularidad con la que contaba el gobierno del presidente Boric

El hijo pródigo de la ultraderecha chilena salió victorioso el pasado domingo. La tercera fue la vencida. Era la tercera ocasión en que se postulaba para participar dentro de los comicios presidenciales de la República de Chile. Fue una paliza histórica. Ni Boric ni Jara pudieron evitarlo. El oficialismo se fragmentó. Los pronósticos no fallaron. Casi todas las encuestas lo daban por ganador después de la primera vuelta. Los partidos centralistas y de derecha estarían apoyando al hombre de 59 años que cuenta con un apellido alemán. Todo estaba hecho para ganar las elecciones. Los aires del sur tenían contemplado ver triunfador a ese hombre tan temido por ser ultraderechista y adulador del general Augusto Pinochet.

La segunda vuelta fue decisiva para por fin llegar al tan anhelado Palacio de La Moneda en Santiago. Un ultraconservador ganó las elecciones más importantes del país. Desde que regresó la democracia no se votaba por alguien con un perfil que asemejara a las ideas del individuo que hizo de Chile una dictadura militar por varios años.

José Antonio Kast, hombre de raíces alemanas e hijo de un exoficial bávaro de la Wehrmacht, se convirtió en el nuevo presidente electo de Chile desde la noche del 14 de diciembre; 58.1% de votos lo respaldaron para ser en el nuevo líder de todos los chilenos. Ha sido el candidato presidencial más votado en la historia chilena con más de siete millones de sufragios. Nada ni nadie pudo detener a la democracia. Ganó la opción que mejor le pareció a los chilenos. El miedo no se impuso. Los protocolos siempre estuvieron listos. No hubo drama ni se pretendieron esconder los resultados como en otros países. Tal como lo marca la tradición republicana y constitucional de ese país, el actual presidente felicitó y llamó a su sucesor. Es una imagen icónica de la política chilena.

Ante esto, parece que valió la pena participar durante tres ocasiones en los máximos comicios de Chile. También, fue primordial dejar, del algún modo, esa agenda completamente conservadora que asustó por años al votante chileno y a las nuevas generaciones.

José Antonio Kast llegó al poder gracias al hartazgo de la sociedad y a la tan baja popularidad con la que contaba el gobierno del presidente Javier Boric. La candidata oficialista; Jeannette Jara, por su lado, nunca pudo despegar fuera de la primera vuelta; como tampoco, recibió gran aliento del equipo de Boric.

Kast fue el candidato que endulzó los odios de los chilenos. Su distinción conservadora y su figura de poder fueron importantes para persuadir al pueblo de la nación sureña. Los problemas agravantes de Chile se transformaron en oportunidades para llegar a la victoria electoral que tanto quería.

Ni Pinochet ni sus declaraciones sobre el dictador militar fueron impedimento para que la gente tuviera miedo de elegirlo. Al contrario, pareciera que dentro de los chilenos volvió a despertar un sentimiento por esos años o por el orden que existió durante ese periodo. Lo digo así por el hecho de ver esas imágenes de personas celebrando con un retrato de Pinochet y vitoreando a Kast.

Frente a lo expuesto, se trabaja en la transición pensando un periodo llamado “desafío 90”. 90 días de comenzar a cambiar las cosas en Chile. Se tendrá un gobierno de emergencia.

Los asuntos primordiales serán la migración ilegal, el gasto público y la inseguridad. Sin duda, no será fácil la tarea.

Chile girará a la derecha. A una derecha dura, pero que lejos está de ser pinochetista.

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