El fracaso llamado Pedro Castillo
Me sorprendió bastante que Pedro Castillo tan siquiera hubiera rebasado el año como mandatario de la República de Perú. Más aún, que llegara a 16 meses. Los pronósticos no daban más de un año antes de ser destituido por el Congreso o que él mismo presentara su ...
Me sorprendió bastante que Pedro Castillo tan siquiera hubiera rebasado el año como mandatario de la República de Perú. Más aún, que llegara a 16 meses. Los pronósticos no daban más de un año antes de ser destituido por el Congreso o que él mismo presentara su renuncia.
El originario de Cajamarca nunca fue un político nato o alguien que tuviera un puesto político-público en su carrera profesional. Pedro Castillo se formó como un rondero, un agitador, un maestro rural y un líder sindical. Se empezó a hacer famoso por una huelga de maestros en 2017 y terminó por retumbar entre la gente en 2020. Fue un chispazo, fue un hombre que surgió casi de la nada para competir contra la oligarquía y la derecha corrupta que controlaba la política andina.
Castillo era la pieza clave para dar un cambio de 180 grados y virar hacia una izquierda que, en la teoría, se mostraba como comunista, pero que, en la práctica, era la izquierda clásica que conocemos en América Latina.
La ciudadanía estaba enfadada de Keiko Fujimori, de los Fujimori, de los últimos cinco presidentes que fracasaron y tuvieron que ser removidos o renunciar por corruptos. El clima político no era el óptimo. Perú necesitaba estabilidad social y política. Era invitar a otra persona con apellido histórico trágico en Perú o darle la oportunidad a un cierto desconocido populista y de izquierda, pero que parecía ser el mejor cambio para la nación andina.
Castillo era la esperanza y, así, el pueblo peruano vio en el hombre del sombrero de paja a un salvador o a un individuo que podría cambiar por completo el rumbo de Perú. Por fin, cabía la idea de que un presidente terminara su gestión como lo marca la Constitución.
Desde un principio, cuando Castillo tomó posesión como presidente, estuvo bajo la sombra del partido Perú Libre y de los líderes que formaban parte de éste.
De igual manera, Castillo nunca tuvo un apoyo político de casi ninguna fracción parlamentaria desde que llegó a la presidencia. Gobernaba como un títere y parecía seguir las órdenes de su líder, Vladimir Cerrón. Consecuentemente, cuando quiso gobernar bajo su propia mano, Perú Libre lo dejó solo y prácticamente sin ningún apoyo político. Vamos, nunca brilló como tal y, cuando quiso hacerlo, sus propios actos y su boca lo hundieron abruptamente.
En 16 meses que duró su presidencia, nunca fue capaz de que alguno de sus gabinetes se consolidara para que el gobierno empezara a carburar. Cuatro gabinetes, cien ministros y cuatro primeros ministros desfilaron en todo lo que le alcanzó para gobernar. El quinto gabinete ya no se pudo concretar.
Acumuló seis investigaciones en la Fiscalía de Perú. Su familia y sus allegados fueron también investigados por corrupción, crimen organizado y otros delitos.
Acumuló tres mociones de censura y la tercera fue la vencida para ser destituido.
Castillo quiso hacer un fujimorazo como en el año 92, pero eso lo terminó suicidando políticamente. Le quedaban una o dos cartas por jugar, pero él mismo sabía que ya no tenía a ningún aliado dentro de su gobierno o en el Congreso. Le temblaban las manos al querer sublevarse.
Su intento de golpe de Estado lo sepultó. Terminó como un fracasado golpista que no pudo quedarse con el poder y deshacerase del Congreso.
Se repite otra historia trágica presidencial. Otro fracaso más para la historia política peruana.
Dudo que sea salvado por México o lo dejen salir del país. Tendrá que ser procesado por la justicia peruana. Era una prioridad.
