Ecuador
El gobierno actual opta por usar un decreto como lo hacían los anteriores, con más facultades para las fuerzas armadas.
Ecuador venía sufriendo los estragos de la violencia y los malos manejos de su política nacional desde hace ya algunos años. Siendo específicos, la diferencia comienza a notarse después de que el expresidente Lenin Moreno tomara las riendas del país al realizar ajustes económicos y determinar una visión nacional queriendo reducir el Estado a lo más mínimo posible con el argumento de tener a un Estado más eficiente. Al pasar dos años de su administración, se comienzan a visualizar las brechas abiertas y el abandono de los grupos más vulnerables e históricamente más pobres, dando como resultado una significativa alza de muertes violentas en un país que se comenzaba a ensangrentar ante la aparición de pandillas ligadas al narcotráfico y ante la necesidad de lo que mover y distribuir droga se significaban para la región norte de Sudamérica.
Rafael Correa, antecesor de Lenin Moreno, supo controlar el nivel de inseguridad al saber negociar con lo que en su momento todavía eran pandillas locales y sin tanto poder como los grupos nacionales de ahora. Si bien el tema de la violencia se desborda con Moreno, la incubadora del crimen organizado que conocemos ahora en Ecuador data de la presidencia de Correa, quien actualmente se encuentra fugitivo de la justicia y exiliado en Bélgica.
Las pandillas ecuatorianas se transformaron en bandas que se alimentaron de la pobreza que creció con la pandemia de covid-19 y de las pocas medidas que tomó el Estado para frenar el desarrollo de un negocio vinculante que aumentó desmesuradamente al terminar la presidencia de Lenin Moreno y se desbordó al llegar al poder el banquero de Guayaquil, Guillermo Lasso.
Los cárteles mexicanos como de Sinaloa y el CJNG fueron los maestros de las antiguas pandillas para que evolucionaran a ser grupos profesionales y así, pudieran convertir a Ecuador en un hub de distribución que sirviera como una nueva ruta para enviar droga.
Justo ahora, se tienen identificados a 22 grupos delictivos con más de 20 mil personas que los conforman en todo Ecuador, donde los tres principales y más sanguinarios son Los Lobos, Los Choneros y Los Tiguerones.
Guillermo Lasso, el banquero ecuatoriano que podía cambiar la situación en el país y quien recurrió a aplicar 20 veces un Estado de excepción para combatir al crimen organizado, no pudo hacer mucho y sólo agudizó la situación en la que ya se encontraba el país sudamericano. Al no poder gobernar como pretendía y sin tener mucha salida, utilizó el instrumento constitucional “muerte cruzada” para disolver el Congreso y gobernar a decretazos tratando de salvar su presidencia. Al usar la “muerte cruzada”, tuvo que llamar a elecciones presidenciales y dejarle todos los problemas al nuevo elegido. Lasso le entregó el poder al joven Daniel Noboa, quien ganó las elecciones presidenciales en octubre pasado y se convirtió en el presidente más joven de Ecuador, con 35 años.
Noboa, quien no tiene gran experiencia política y no cumple ni 60 días en el poder, enfrenta una situación de terrorismo e inseguridad nunca antes vista al querer desafiar al crimen organizado y a la corrupción que han provocado lo que vemos en estos momentos.
Queriendo usar un decreto como lo hacían sus antecesores, pero ahora dándole la facultad a las fuerzas armadas de Ecuador de combatir a los criminales, pretende revertir tantos años de violencia.
Parece que se tardó un poco, pero su decreto podría ser el inicio de lo que necesitaba Ecuador.
Falta mucho para saberlo.
