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Comercio de medicamentos en México

Raymundo Canales de la Fuente

Raymundo Canales de la Fuente

El negocio de los medicamentos es por supuesto legítimo. Ninguna empresa puede sobrevivir sin reportar utilidades y ganancias a los inversionistas y la producción, distribución, así como la venta de fármacos no tienen razón para ser diferentes.

A pesar de que el gobierno actual se manifiesta claramente en contra del neoliberalismo, este hecho fundamental para el manejo de la salud no puede ser modificado y mucho menos de un plumazo, tiene que continuar, cuando mucho se lograrán nuevas reglas, más equitativas especialmente hacia el segmento más vulnerable de la población que son los de menores ingresos.

Pero también existe una realidad que nos afecta a todos y a todas, como el hecho de la falta de mecanismos para obligar a los laboratorios farmacéuticos y a los grandes comerciantes para que no abandonen algunas moléculas, aunque no les representen utilidades atractivas.

De cuando en cuando ocurre que un fármaco carente de protección de patente, y que por tanto puede ser fabricado y vendido por cualquier empresa, baja de precio en el mercado de forma tan importante que los productores deciden dejar de fabricarlo, independientemente de la necesidad o utilidad clínica que represente.

Ocurre también con mucha frecuencia que una empresa le “vende” a otra los derechos para producir algún fármaco, lo que nos deja temporalmente sin el medicamento en el comercio.

Los hechos narrados, con frecuencia ponen en riesgo la salud de algunas personas y la respuesta del sistema sanitario brilla por su ausencia, dado que no tenemos el entramado legal suficiente para obligar a las empresas a garantizar efectivamente la disponibilidad del medicamento en las farmacias, mientras ellos efectúan sus arreglos comerciales.

Nadie se hace responsable y simplemente el paciente le habla al facultativo para reportarle la respuesta del encargado de la farmacia que le informa de manera lacónica “que ya no se produce la medicina”. Ése, en el mejor de los casos, hace unos días estando en quirófano, el anestesiólogo solicitó un fármaco que necesitaba con urgencia para el manejo del paciente y la respuesta del hospital fue la misma “ya no nos surten el medicamento”.

Entonces, por supuesto, nos urgen reglas más claras, acompañadas de sanciones severas para los industriales que simplemente decidan, bajo criterios no sanitarios, dejar de producir algún fármaco sin avisarle a nadie ni asegurarse que exista un sustituto igualmente eficaz y de un precio parecido que pueda subsanar la desaparición.

Ése si es un tema de responsabilidad social elemental, que puede ser mejorado en nuestro país, por supuesto con diálogo constructivo hacia la industria, pero que permita no poner en riesgo a la gente. Los países con democracias más avanzadas como los europeos ostentan reglas en este sentido a las cuales la industria se adapta sin muchos problemas.

Urge abordar el tema con seriedad.

 

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