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Breve historia del agua en Monterrey (IV)

Ramón Aguirre

Ramón Aguirre

Registro Tláloc

 

 

En la primera columna de esta serie comentamos que es conveniente aprender las lecciones que podemos extraer de la actual crisis de agua en Monterrey. El tema ha sido noticia mundial y no es para menos, se trata de la segunda ciudad más grande del país, con un muy destacado desempeño industrial y económico.

En el caso específico de Monterrey, la temporada de lluvias cubre un periodo que inicia en julio, con humedades del este y sureste que aportan los vientos alisios, y concluye el mes de marzo. cuando llega a llover por el efecto de los frentes fríos. En medio se tiene la posibilidad de la presencia de ciclones, tormentas tropicales y huracanes, que son los eventos que pueden generar importantes aportaciones de agua. El problema es que estos últimos fenómenos naturales tienen trayectorias erráticas e impredecibles que, así como pueden entrar al territorio nacional y generar fuertes precipitaciones, igual se desvían hacia el norte del Golfo de México y aportan un mínimo de agua.

Una primera lección: no es buena idea apostar a que no tendremos una sequía de consideración… es una apuesta que seguro se va a perder, tarde o temprano. Sacar el agua de una presa bajo la premisa de que en la siguiente temporada de lluvias la presa se va a recuperar es, precisamente, uno de los aspectos que incrementó la problemática de falta de agua en Monterrey. Si analizamos el comportamiento de las lluvias en la región podríamos concluir que, en los últimos 7 años (de 2015 a 2022), en tres se tuvieron temporadas de lluvias escasas y otros tres fueron extraordinariamente secos, sólo en la temporada de 2018-2019 llovió lo razonable. Las medidas de recorte al suministro se aplicaron hasta este año 2022.

En el caso de los abastecimientos de agua al Valle de México, Guadalajara, Hermosillo, Tampico, la región Lagunera, Reynosa y Matamoros, son ciudades que también dependen en gran medida de la lluvia de cada año y, para garantizar su abastecimiento, es necesario implementar de inmediato acciones que se anticipen a una sequía que, indudablemente, se presentará.

La segunda lección: la política no debería estar por encima de las decisiones técnicas. Como ya comentamos en el pasado artículo, en 2010 se determinó, acertadamente, ampliar las fuentes de abastecimiento que surten a la ciudad de Monterrey, pero el proyecto se sepultó ante una decisión política generada en medio del proceso electoral de 2015, donde lo importante era descalificar, así como utilizar y maximizar argumentos en contra —los cuales siempre se podrán encontrar—, en lugar de anteponer el interés general.

Ya con el problema encima, el organismo operador de Monterrey, junto con los gobiernos estatal y federal, han implementado todas las acciones factibles: eliminar fugas, cancelar tomas clandestinas, perforar pozos de emergencia, gestionar ante industrias el aporte de parte de sus aguas para fines de abastecimiento público, incrementar tarifas, en fin, todo lo posible para disminuir la afectación a la población, además del obligado aviso del inmediato inicio de la segunda etapa del proyecto El Cuchillo.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, el impacto ha sido descomunal. En una ciudad tan grande es imposible evitar que decenas de miles de personas sufran diariamente por la falta de agua. Ahora a lo que nos deberíamos abocar es: (i) anticiparnos a una probable sequía en otras regiones del país, (ii) atender las prioridades que una buena planeación hídrica nos indique, evitando que una decisión política nos impida hacer oportunamente lo que se debería, y (iii) lo más importante, ubicar la agenda del agua dentro de las prioridades nacionales.

 

 

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