Peligros de los queridos viejos

Mi querido viejo: he hablado una y otra vez de los peligros y acechanzas que tenemos los viejos, porque a nuestra edad podemos sufrir condiciones que nunca imaginamos cuando éramos jóvenes. Las actividades de nuestra infancia y juventud fueron muchas: vivir al aire ...

Mi querido viejo: he hablado una y otra vez de los peligros y acechanzas que tenemos los viejos, porque a nuestra edad podemos sufrir condiciones que nunca imaginamos cuando éramos jóvenes. Las actividades de nuestra infancia y juventud fueron muchas: vivir al aire libre, correr, saltar, jugar, y muchos de nosotros seguimos haciendo ejercicio y disfrutando de la actividad física con todos sus beneficios.

Pero en la vida todos aprendemos algo, en ocasiones de manera impensada.

Te cuento esto porque estoy cumpliendo cuatro meses de que, por un pequeño, insignificante resbalón al borde de la cama, caí y me fracturé la cadera, lo que cambió mi vida totalmente.

Gracias a Alicia, su decisión, creatividad y apoyo, el proceso de ir al hospital, permanecer diez días inmóvil, recibir la atención adecuada y luego ser operado por el eminente doctor Enrique Chicharro y su equipo, se realizó sin contratiempos; tres días después de la operación pude salir y comenzar una nueva vida, y digo que es una nueva vida porque nunca será como la que yo viví hasta diciembre pasado; he aprendido muchas cosas y quiero reiterarlas, ya que nunca había estado en tal condición.

Los datos sobre las caídas y accidentes de nosotros los viejos son alarmantes: tres de cada 10 adultos mayores sufren una caída en el hogar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que las caídas son la segunda causa de muerte por lesiones accidentales en todo el mundo. La institución destaca que las personas mayores son más vulnerables a una lesión severa por situaciones de fragilidad o debilidad muscular.        

Según un informe de la Universidad de Harvard, entre 30% y 40% de las personas mayores de 65 años sufren accidentes en su propia casa. Este tipo de percances aumentan con el avance de la edad, llegando a 50% en los adultos mayores de 80 años. Además, otros factores que aumentan la probabilidad de una caída es la pérdida de velocidad en los reflejos corporales, las dificultades visuales o la falta de equilibrio.

Y todo esto lo sabía, pero lo aprendí de manera súbita cuando al tocar el piso sentí el agudísimo dolor que era consecuencia de una grave lesión en mi lado derecho, lo que concuerda con las estadísticas que confirman que una de cada cinco caídas causa una fractura en cadera, brazos o cráneo.

En fin, que, como dicen las estadísticas, después de un accidente como éste las cosas nunca serán igual, y yo lo confirmo: venturosamente me he recuperado, dejé de usar la andadera y luego el bastón, y camino en dos pies, pero mi condición nunca será igual a mis 85 años.

Y en este punto quiero señalar algo importante: la presencia de Alicia, su amor, su decisión de enfrentar el problema juntos, así como el apoyo constante de toda mi familia, los amigos, los conocidos, los vecinos, han sido un factor fundamental para mi recuperación, y creo que ésta es la enseñanza que nos deja el accidente: los seres humanos nos necesitamos y, en condiciones como ésta, el apoyo moral será fundamental para la recuperación.

Gracias a la vida, ya son cuatro meses.

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