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García Harfuch

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

 

Frente a las críticas que ha recibido su política de seguridad de “abrazos, no balazos”, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha preguntado repetidamente si la alternativa que se busca es el “mátenlos en caliente”, es decir, la ejecución extrajudicial de los presuntos delincuentes.

Muchas voces sensatas le han respondido que no se trata de eso, sino de aplicar la ley. Así de sencillo.

Por fortuna, no hace falta buscar en textos académicos o en otros países un ejemplo de ello. El mandatario no tiene más que revisar lo que está sucediendo en la Ciudad de México para ver que se puede perseguir el delito sin abrazar ni matar a quienes violan la ley.

El operativo realizado el martes en Topilejo, donde se detuvo a los integrantes de una célula criminal –aparentemente ligada al Cártel de Sinaloa– es un caso que ilustra esa política de seguridad que no cae en ninguno de los extremos mencionados.

La policía capitalina logró la detención de 14 presuntos criminales y les decomisó un importante arsenal sin que ninguno de ellos muriera y sin que hubiera víctimas colaterales entre vecinos y transeúntes. Lamentablemente cuatro policías resultaron heridos –uno de ellos estaba grave al momento de escribir estas líneas–, pero ese hecho se debió a que los agentes no se arredraron ante la reacción violenta de los ocupantes de la casa de seguridad al ser sorprendidos.

El reconocimiento por esas y otras acciones –como la detención de millar y medio de generadores de violencia en la capital– debe recaer en la institución, es decir, la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Pero mucho tiene que ver el papel de liderazgo que ha desempeñado el secretario Omar García Harfuch. En un país en el que abundan los funcionarios que sólo piensan en cómo escalar posiciones, es un alivio que una tarea tan importante como la seguridad pública esté en manos de un servidor público con su capacidad y dedicación.

Me da la impresión de que García Harfuch es lo que siempre quiso ser: policía. Hace unos meses lo oí hablar ante un nutrido grupo de preparatorianos, que, absortos, escuchaban las historias que había acumulado en su trayectoria.

Él es la prueba de que no todo lo que se hizo antes en las instituciones policiacas de este país estuvo mal y que la fama negativa que carga su profesión es remontable cuando se trabaja bien.

Ayer, en entrevista para Imagen Radio, García Harfuch me contó que las pistas iniciales para descubrir la guarida en Topilejo –donde había personas secuestradas– salieron de la ciudadanía. Es decir, que muchos capitalinos confían en su policía.

También me relató que el primer acercamiento lo hicieron agentes de inteligencia y que, en pocos minutos, llegaron 400 elementos al sitio, con lo cual los presuntos delincuentes renunciaron a romper el cerco a balazos y se entregaron.

El operativo del martes envía un doble mensaje. A los habitantes de la Ciudad de México, de que pueden estar seguros de que su policía tiene la capacidad de responder a las amenazas contra la seguridad pública y hacerlo bien, y a las bandas criminales, de que su presencia no va a ser tolerada.  

García Harfuch es más un hombre de trabajo que de palabras. Hasta ahora no ha cedido a los cantos de sirena que ya lo hacen candidato a la jefatura de Gobierno. Y aunque en los hechos está poniendo en práctica una política de seguridad muy distinta a la del gobierno federal, no pierde tiempo metiéndose en los laberintos del debate sobre “abrazos, no balazos”.

Además, el que la banda detenida en Topilejo sea parte, como parece, del Cártel de Sinaloa –con la que el presidente López Obrador ha tejido una extraña relación–, habla muy bien de un jefe policiaco que, hace apenas dos años, sufrió un atentado a manos de una célula de la contraparte, el Cártel Jalisco Nueva Generación.

Sé que es arriesgado elogiar el trabajo que realiza una autoridad –porque basta un par de malas acciones para acabar con una buena imagen– pero es justo reconocer lo que se hace bien.

Y que sí es posible encontrar en México políticas de seguridad que funcionan, así como corporaciones policiacas que representan el interés general.

 

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