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El Cuau, gobernador: ¿gabinete o alineación?

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Morelos es la primera entidad del país en haber visto llegar al gobierno estatal a cuatro formaciones políticas distintas.

Entre el final de la Revolución Mexicana y el año 2000, la entidad fue gobernada por el PRI. Durante los siguientes doce años, tuvo mandatarios estatales surgidos del PAN. En 2006 llegó al poder el PRD. Y a partir de este lunes, la fuerza que gobierna es la coalición Juntos Haremos Historia.

Tanto cambio ha hecho que el estado viva una eterna primavera… de Praga. Desafortunadamente, las alternancias no han significado avance.

El exfutbolista Cuauhtémoc Blanco –quien en 2015 se hizo de la alcaldía de Cuernavaca de la mano de una agrupación estatal, el Partido Socialdemócrata– es el nuevo gobernador.

El Cuau pasó del PSD al Partido Encuentro Social, como quien es transferido del América a las Chivas. En la elección del 1 de julio, ganó los comicios montado sobre la ola que llevó a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo, él lo ve de otra manera. En una reciente disputa pública con la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, el hoy gobernador dio a entender que él ganó el cargo por su propia popularidad y no le debe tanto a López Obrador.

Aun así, el gobierno que inició esta semana en Morelos –junto con los de Tabasco, Veracruz y la Ciudad de México– comenzará a mostrar si la coalición que arrasó en los comicios hace tres meses es capaz de conducir la administración pública de un modo distinto.

El reto en Morelos es mayúsculo. Se trata de un estado con graves problemas de finanzas y seguridad públicas. El margen con el que triunfó Cuauhtémoc Blanco en la elección de gobernador –y el hecho de tener de su lado la mayoría en el Congreso local, así como muchos ayuntamientos– no da lugar a repartir responsabilidades en caso de incumplir la exigencia de cambio que la ciudadanía expresó en las urnas.

Cuauhtémoc Blanco, a quien le gustan las referencias futbolísticas, será un director técnico que arranca la temporada con apoyo en las tribunas y el respaldo del dueño del club, Andrés Manuel López Obrador.

No sé por qué, pero ha decidido formar un gabinete en el que hay personajes que lo han acompañado en su pasado deportivo. Por eso, su equipo de gobierno asemeja más una alineación que el resultado de un proceso de selección que tomó en cuenta las capacidades para hacer frente a los problemas de los cuales él es responsable único desde la tarde del lunes.

Por el bien de los morelenses, esperemos que su parado táctico no falle. En su discurso de toma de posesión, El Cuau dijo que defendería a Morelos como en su tiempo lo hizo con el Tri. El problema, como han aprendido otros deportistas vueltos políticos, es que las habilidades en la cancha no se traducen en automático en capacidades para la gestión de gobierno.

Y la tribuna de la cosa pública suele ser más ruda y se exaspera más rápido que la del futbol.

Buscapiés

La Unión Europea ha llamado severamente la atención al nuevo gobierno populista de Italia, que, al presentar su presupuesto para 2019, violó su propio compromiso de no fijar un déficit mayor a dos por ciento. Lo elevó a 2.4%, buscando margen para cumplir sus aventuradas promesas de campaña. Pese a que el ministro de Economía italiano, Giovanni Tria, ha prometido que su país compensará el desbalance con crecimiento económico, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dijo que una crisis como la de Grecia “ha sido suficiente” y que Roma no debe esperar un trato especial. Sin embargo, el mayor castigo a la indisciplina fiscal italiana la dieron los mercados, con una oleada de ventas de deuda pública que comenzó el viernes y continuó lunes y martes. Antes de elaborar el presupuesto para 2019, el gobierno que asumirá el poder el 1 de diciembre en México debe tomar nota. La credibilidad se puede romper en un tris.

El anuncio de que México, Estados Unidos y Canadá llegaron a un acuerdo sobre la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –al que le cambiaron el nombre sin alterar significativamente el espíritu de liberalización que anima a la región desde los años 90– ha sido una buena noticia para la economía mexicana. Algunos expertos dicen que “México la vio cerca”, ante la intención inicial de Donald Trump de sacar a su país del TLCAN. Es verdad, los negociadores mexicanos hicieron un buen papel, jugando a ratos en el filo de la navaja, pero México no debe pensar que este nuevo acuerdo le da para otro cuarto de siglo sin hacer nada. Deberá prepararse para los retos por venir. El principal de ellos: la creciente automatización de la manufactura. El nombre del nuevo juego es diversificar.

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