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¿Cuánto tardaremos en salir de esta crisis?

Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río

Bitácora del director

Así como la caída del Producto Interno Bruto en 2020 (-8.5%) fue la más profunda desde 1932 (-14.8%), la recuperación de la actual crisis podría ser la más lenta desde aquella década o, cuando menos, desde la de los años ochenta.

Si tomamos en cuenta la información que dio a conocer Inegi el martes sobre la actividad económica en diciembre –el IGAE oportuno–, es probable que el dato final del desempeño del PIB en 2021 ronde el 5% o esté ligeramente por debajo.

Eso nos colocaría aún lejos de recuperar el nivel que tenía la economía en 2018, cuando comenzó a caer. Lo hizo, inicialmente, a causa de la incertidumbre que provocó la llegada al poder del presidente Andrés Manuel López Obrador y como efecto de sus primeras medidas de política económica y, luego, en razón del estancamiento económico mundial propiciado por la pandemia, ante el cual no existieron medidas de contención.

A este ritmo, ¿cuánto tardará México en reflotar su economía? Aún es prematuro decirlo, pero probablemente todo el sexenio. Si restamos el rebote previsto del PIB en 2021, de alrededor de 5%, a las pérdidas registradas en 2019 y 2020, aún faltarían más de tres puntos y medio para salir del hoyo en que se metió el país. Esto es, un escenario muy lejano del 4% de crecimiento económico promedio ofrecido por López Obrador en campaña.

La serie de Inegi que arranca en 1896 muestra siete episodios de desplome económico: en 1902, por la caída del precio de la plata; en el periodo de 1910 a 1920, por la Revolución Mexicana; en el de 1929 a 1932, por la Gran Depresión; en el de 1982 a 1987, por la caída de los precios del petróleo y la expansión de la deuda; en 1995, por el llamado “error de diciembre”; en 2009, cuando se reventó la burbuja de las hipotecas subprime, y el momento actual.

En esa misma serie, que abarca 124 años, sólo hay cinco ocasiones en que el PIB cayó por dos años consecutivos o más: durante la Revolución Mexicana, entre 1911 y 1914; la Gran Depresión, en 1929 y 1930; la crisis de la deuda, en 1982 y 1983; la desaceleración financiera mundial de principios de siglo, marcada por el llamado “Corralito”, en 2001 y 2002, y el reciente bienio 2019-2020.

En términos de recuperación, el peor de esos momentos ocurrió durante el conflicto armado iniciado en 1910, pues la economía mexicana tardó una década en alcanzar el nivel que tenía antes de que estallaran las hostilidades.

Si tomamos en cuenta los periodos de paz, México ha salido muy pronto de casi todos sus tropiezos anuales. Por ejemplo, el de 1902, de (-)7.23%, fue seguida de una recuperación de (+)11.04 el año siguiente; el de 1983, de (-)3.49%, de una de (+)3.41; el de 1995, de (-)6.29, de una de (+)6.77, y el de 2009, de (-)5.29, de una de (+)5.19 por ciento.

El desplome de 1932 –que, como digo arriba, ha sido el peor de la historia documentable– ocurrió en el contexto de una crisis cuya recuperación duró siete años (1928-1935). Y el estancamiento de la década de los ochenta retrasó el crecimiento un sexenio.

Con esos pasajes de la historia económica compite el actual propósito de restablecimiento. ¿Será de siete años, será de seis? Ya lo veremos.

Por lo pronto, éste es el peor arranque de un sexenio desde 1928-1931 (hay que recordar que Álvaro Obregón, la segunda vez que compitió por la Presidencia, fue elegido por seis años, pero su asesinato llevó a que hubiese tres mandatarios en ese periodo). En aquel trienio –de los presidentes Emilio Portes Gil y Pascual Ortiz Rubio– la economía cayó (-)6.61 por ciento. Eso ni siquiera ocurrió en la primera mitad del sexenio lopezportillista, cuando la contracción acumulada fue de (-)0.19 por ciento.

¿Qué viene hacia adelante? Hay que tomar en cuenta los nubarrones en el camino hacia 2024, cuando vendrá un cambio de gobierno. El desempeño de aquí a entonces dependerá, sin duda, del crecimiento de la economía estadunidense, la inflación y el clima de negocios.

De mantenerse el paso actual, el mal récord del trienio podría volverse un mal récord sexenal.

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