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En serio, ¿valoramos el agua?

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

 

Por Ramón Aguirre Díaz

Bajo el lema “Valoremos el agua”, se acaba de celebrar el Día Mundial del Agua, este pasado 22 de marzo. Con ello, la Organización de las Naciones Unidas propone que, a nivel mundial, se tome conciencia del incalculable valor que representa el agua en nuestros hogares, nuestra salud, nuestra calidad de vida y como elemento insustituible en la mayoría de las cadenas productivas. Se reporta un dato escalofriante: más de 2,200 millones de personas no tienen acceso al agua potable en el mundo, lo que equivale a casi tres personas de cada diez. Un porcentaje altísimo, si consideramos que se trata, ni más ni menos, del servicio público más importante.

En el año 2015, en el marco de la 70 edición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, todos los países adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, donde el objetivo No. 6 es: Agua y Saneamiento para todos antes del 2030. Pronto se cumplen seis años, faltan nueve y está claro que la meta no se podrá alcanzar, ya que los avances son mínimos. Todo indica que hubo una buena intención, pero, en la práctica, los recursos que se han canalizado en el mundo para atender esta prioridad y compromiso son totalmente insuficientes.

Lo mismo pasa en México. Tiene, cuando menos, un par de décadas que los recursos destinados no son los necesarios, e incluso desde hace un lustro éstos alcanzan apenas una tercera parte de los requeridos para poder avanzar en las soluciones de manera sostenida y alcanzar metas en un largo plazo.

Si en verdad valoramos el agua, debemos iniciar por respetar y cuidar nuestras fuentes de abasto y evitar su contaminación; invertir en infraestructura para poder acceder al recurso durante todo el año, a pesar de las variaciones estacionales de las lluvias; valorar cada gota y usarla eficientemente; saber que, conforme las ciudades crecen, las soluciones resultan más lejanas y costosas, por lo que cada vez se requieren más recursos; prepararnos para el impacto que representará el cambio climático, junto con las periódicas alteraciones en las lluvias y las posibles sequías.

Valorar el agua es también reconocerla como insumo esencial para la producción y la actividad económica, para la alimentación, agricultura y ganadería, para la generación de energía eléctrica… para todo lo que permite crear riqueza y bienestar a la población. De igual forma deberíamos apreciar sus cualidades recreativas, culturales e incluso espirituales en el marco de una convivencia multicultural.

Imaginemos lo que significaría para nuestra calidad de vida el levantarnos un día y no contar con el preciado líquido, que pasen las horas y las necesidades básicas de limpieza, higiene, preparado de alimentos, etcétera, no se puedan concretar. Habría que llevar esta circunstancia a días, a semanas, donde obtener acceso a unos cuantos litros de agua se convierte, sin duda, en una acción indispensable para poder sobrevivir. Reflexionemos bajo esta situación el acelerado deterioro que se generaría en la salud de una comunidad sin acceso al recurso vital.

 

  • Mucho podemos lograr si todos generamos conciencia y ponemos la parte que nos corresponde en materia del cuidado del agua, evitando su uso negligente e irresponsable, impidiendo su contaminación y pagando oportunamente por los servicios hídricos que recibimos. Entonces, vale la pena regresar a la pregunta original: en serio, ¿valoramos el agua?

 

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