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Mexicanos a su suerte

Max Cortázar

Max Cortázar

Sorprende que algunos círculos de la opinión pública todavía abracen la idea de que el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, ejerza una vocería científica frente a la pandemia que, desde marzo, ha trastocado la cotidianidad y el desarrollo en todo el mundo. Sorprende, porque ningún médico con un mínimo estándar ético se atrevería a calificar como “intrascendente” el haber alcanzado más de un millón de contagios y 99 mil lamentables pérdidas de vidas humanas. Mucho menos cuando estos decepcionantes resultados que han impuesto el luto o la incertidumbre en miles de hogares son atribuibles a la estrategia fallida diseñada y ejecutada por el mismo médico.

Y es que México no tiene entre sus activos a un doctor Anthony Fauci, asesor en materia de coronavirus para la Casa Blanca y líder nacional en enfermedades infecciosas. Profesional que ha resistido, incluso con insultos de por medio, la andanada política en su contra que en distintos momentos ha emprendido su jefe directo, el presidente de Estados Unidos. Todo desempeño público es sujeto de crítica y el doctor Fauci no es la excepción, pero éste ha sabido poner tierra de por medio a la narrativa de la polarización, difundiendo mejores prácticas internacionales para cortar las cadenas de contagio —así se enfurezca el mandatario—, además de que ha llamado a una transición ordenada con el equipo del presidente electo, Joe Biden, al ser indispensable para la salud pública el alinear cuanto antes los trabajos en el horizonte del cambio de poder… ¡sin que el propio Donald Trump haya reconocido la derrota!

Por el contrario, el subsecretario López-Gatell falta a la responsabilidad técnica que de él se espera. Primero, porque día a día expone una serie de registros que no empatan con la realidad de contagio y decesos vivida en las distintas entidades del país, de acuerdo con lo difundido en medios y registros locales. Las críticas publicadas en medios de comunicación dan cuenta de que el uso político del semáforo epidemiológico, más que una visualización del estado real de la pandemia se traduce en un relajamiento de la conducta de las personas y las organizaciones, al subrepresentar la gravedad de la pandemia en su entorno. Nos sorprende que México no haya tenido un aplanamiento de la curva como sí la tuvieron países exitosos, o que las fiestas privadas y la falta de uso de cubrebocas se observen de manera generalizada, cuando es la inadecuada información oficial lo que explica, en parte importante, estos fenómenos.

Segundo, el subsecretario López-Gatell presume que cuenta con un plan preliminar —el cual se niega a hacer público— para aplicar la vacuna contra el coronavirus, cuando la evidencia difundida en distintos medios muestra que, en realidad, tiene al sector salud más cerca de la situación de desastre. Por semanas, han sido recurrentes las notas periodísticas que registran constantes robos de medicamentos a instituciones federales; de la falta de infraestructura, logística para la oportuna distribución nacional de medicinas; así como del desabasto agraviante de insumos utilizados en tratamientos de cáncer y el Programa Nacional de Vacunación. Por citar un botón de muestra, de acuerdo con fuentes públicas, se calcula que un millón 700 mil niños no obtuvieron las vacunas o refuerzos que les correspondían.

Si a eso se agrega la acusación hecha por la oposición de que en el Presupuesto 2021 no se considera una partida para la compra de vacunas contra el covid-19; además de la extinción del Fondo de Salud para el Bienestar, creado para la atención de enfermedades graves que impactan en el patrimonio de las familias más vulnerables, resulta complicado comprender bajo qué estándares el subsecretario López-Gatell tiene los elementos objetivos para compararnos con la situación de países avanzados, como Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. Por las adversidades antes expuestas, será casi un milagro si la vacuna llega a las venas de los mexicanos antes de que se las roben o se vean impedidas de ser distribuidas conforme a sus exigencias técnicas.

En tanto, el vocero de la polarización se siente cómodo en su juego político. Pide no considerar tendencia de aceleramiento en el contagio de coronavirus, cuando los indicadores en las entidades prenden señales de alarma —entre ellas, la Ciudad de México—, acusa de corrupción todo espacio de decisión donde sólo hay impericia en su toma de decisiones, así como critica a los medios por realizar su labor de informar, que estamos aún muy lejos de ver la solución al problema de la pandemia. Ante ello, cada mexicano a su suerte.

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