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La importancia del primer debate

Max Cortázar

Max Cortázar

El primero de tres debates presidenciales, a sostenerse esta noche entre el actual mandatario estadunidense, Donald Trump, y el exvicepresidente Joe Biden, podría ser el punto de inflexión en una contienda electoral que, hasta el momento, expone más las debilidades que las fortalezas en ambos aspirantes. Condición que, en buena medida, ha impedido ampliar los diferenciales de intención de voto, con lo cual el proceso puede volcarse hacia un conflicto poselectoral nunca antes visto en la historia reciente de ese país, pues la carrera podría  hacerse más competitiva en aquellos estados clave para ganar el colegio electoral.

Hoy, en la Universidad Case Western Reserve y Clínica Cleveland se darán cita los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata —ante una audiencia presencial reducida— para confrontar posturas y propuestas en seis temas que han profundizado la polarización de la sociedad estadunidense en los últimos meses: el perfil político de Trump y Biden, el reemplazo de la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg —lo que podría dar inicio a una de las fases históricas más conservadoras en la Suprema Corte—, el manejo de la pandemia —que tiene a Estados Unidos con el mayor registro de fallecimientos—, los resultados de la política económica, la división racial y la contención policial a las manifestaciones ciudadanas en las urbes, así como el grado de limpieza en la elección presidencial.

A este debate, con audiencia esperada de al menos 100 millones de personas, tanto Donald Trump como Joe Biden llegan en posiciones deficitarias. De un lado, en la trinchera del Partido Demócrata, el exvicepresidente no logra resolver las reservas de la opinión pública en cuanto a su edad y la energía necesaria para conducir el gobierno. Además, existen serias dudas sobre si su posicionamiento tradicional de centro moderado logrará movilizar electoralmente a los segmentos jóvenes de su partido —cuyo voto resulta indispensable para garantizar la victoria en estados clave—, los cuales son afines a posturas más radicales. Valga recordar que, desencantados por la candidatura de Hillary Clinton cuatro años atrás, gran parte de este sector se mantuvo alejado de las urnas.

En lo referente al bando republicano, el potencial crecimiento electoral de Donald Trump ha encontrado obstáculos, pues su aproximación a la pandemia no sólo incrementó sus costos políticos en materia de salud, sino que también eclipsó, en tan sólo unas cuantas semanas, la narrativa de éxito en cuanto a la generación de empleo que se había observado antes de marzo, mes en el que los contagios en territorio estadunidense terminaron por detener la maquinaria económica en sectores clave para el crecimiento nacional y el ingreso de los hogares. A ello ahora se suma un nuevo escándalo de orden personal: su situación fiscal.

Como fue informado ayer por Excélsior, el periódico The New York Times tuvo acceso a información que exhibe el por qué de las resistencias del presidente Trump a transparentar, como el resto de mandatarios en el pasado, sus declaraciones fiscales. En 10 años no pagó impuestos sobre la renta —a partir de presuntas estrategias para reportar pérdidas sistemáticas en sus negocios o deudas millonarias—. Tan sólo en el contexto de la elección pasada, pagó apenas 750 dólares en los ejercicios fiscales de 2016 y 2017, en comparación con cientos de miles de dólares pagados por Reagan, Bush y Obama, sin estos ser empresarios. El presidente acusa de difundir noticias falsas al diario neoyorkino, pero sigue sin ofrecer evidencia que mitigue el previsible malestar de los votantes.

En el contexto antes descrito, el inicio de los debates podría ayudar a construir momentum que lleve a definir tendencias más claras en el electorado, especialmente entre indecisos o susceptibles de cambiar su preferencia. Una ventana de oportunidad para Joe Biden al considerar que, si bien las encuestas nacionales le ofrecen una posición de ventaja; las tendencias de voto en los estados clave se encuentran dentro del margen de error, lo cual es un factor de riesgo que lo puede llevar a perder la elección. Es en los debates donde el exvicepresidente puede encontrar nuevas salidas al posicionamiento de sus atributos positivos y, a partir de ello, conseguir una victoria el próximo 3 de noviembre que regrese el decoro a la política estadunidense.

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