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Falta que ahora ni con vacunas

Max Cortázar

Max Cortázar

Diciembre muestra con toda crudeza los costos sociales de la improvisación, con la cual durante meses se ha manejado la pandemia. Hoy, muchas regiones del territorio nacional se encuentran en alerta por la crecida de nuevos casos positivos y la mayor demanda de hospitalización derivada de trastornos a la salud asociados con el covid-19.

Por más que se quiera hacer control de daños desde la narrativa oficial, el abandono del semáforo epidemiológico —tras meses de ser defendido por la Secretaría de Salud, a pesar de sus notorias inconsistencias entre las contabilidades estatales y las de esa dependencia—, comprueba el intento por ocultar la gravedad de las estadísticas.

Como botón de muestra está la Ciudad de México. De acuerdo con comparativos publicados en medios de comunicación e incluso reconocido ayer por la jefa de Gobierno, la capital del país superó esta semana el máximo alcanzado en la peor crisis sanitaria, registrada en mayo pasado, al reportar 4 mil 600 hospitalizados. El problema adquiere especial preocupación si se considera que, en esta ciudad y de acuerdo con estadísticas oficiales, en el mejor de los casos sólo existe disponibilidad de 17% de las camas de atención hospitalaria, así como apenas tres de cada diez camas de terapia intensiva.

Y sostengo en el mejor de los casos, porque distintas crónicas en medios de comunicación y testimonios de médicos en redes sociales subrayan el desbordamiento de las capacidades en algunos hospitales del sector salud capitalino. Una condición equivalente al semáforo rojo en los hechos, que las autoridades federales y locales se niegan a reconocer en lo formal con plena transparencia.

Lo desconcertante es que la Ciudad de México es apenas una de las múltiples fotografías del fracaso. De acuerdo con las estadísticas, el ritmo en lamentables fallecimientos durante semanas no ha logrado conseguir un punto de inflexión sostenido a la baja, superando ya las 114 mil defunciones a nivel nacional. Los hogares más afectados en este rubro, además de los asentados en la capital del país, son los del Estado de México, Veracruz, Puebla, Jalisco, Nuevo León, Baja California, Guanajuato, Sinaloa y Chihuahua, quienes más han lamentado la pérdida de vidas de seres queridos.

En la parte de los estados con mayor número de casos activos se cuentan otros, como Guanajuato, Querétaro, Tabasco, Durango, Hidalgo, Sonora o Coahuila, donde, en este último, por ejemplo, periodistas de Imagen Laguna reportan los riegos eminentes para los pacientes de volver a experimentar dificultades en el acceso a una escasa infraestructura hospitalaria. Lo cierto es que las noticias previsibles en el corto plazo son poco alentadoras, si se considera, además, que en periodos de tan sólo 24 horas el país, en su conjunto, sigue reportando varios miles de nuevos contagios, que el domingo pasado alcanzaron los 8,608 casos, con sus consecuentes impactos negativos.

Lo grave es que, frente a este panorama, por lo que se conoce públicamente de la estrategia alrededor de la vacuna, sólo existe la amenaza real de que esta fase sea el nuevo eslabón que alargue el problema de la pandemia en México. Primero, porque mientras Estados Unidos proyecta la aplicación de un millón de vacunas diarias en los primeros cien días de gobierno del presidente Joe Biden; en contraste, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, ofrece, en el arranque de la Política Nacional de Vacunación, la aplicación de hasta ocho mil al día.

Segundo, puede ser entendible que, tras meses de su mal manejo de la pandemia, el subsecretario López-Gatell no haya preparado al país para una adecuada distribución y aplicación de la vacuna. Quizá por eso, como fue reportado en prensa, la Secretaría de Salud se resistía a la adquisición rápida de la vacuna. Pero ya entrados en ese escenario, resulta condenable la negativa del funcionario a que las entidades federativas y los hospitales privados adquieran y apliquen las dosis de manera directa, salvando con ello un mayor número de vidas y reduciendo los efectos adversos de la pandemia en las economías estatales. Y,

Tercero, el que sea un riesgo a la seguridad nacional, como el mismo López-Gatell enmarca a la pandemia, justo exige la corresponsabilidad de los gobiernos estatales y los sectores organizados para mitigarlos. Es sumando y no alienando como vamos a salir del problema. Por eso, falta ahora que ni con las vacunas al alcance salgamos adelante en los mejores tiempos posibles.

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