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Democracia a prueba

Max Cortázar

Max Cortázar

La jornada electoral que se desarrolla hoy en Estados Unidos va más allá de definir la permanencia o salida del presidente Donald Trump. A diferencia de lo que suele pensarse, no sólo es el mandatario quien se juega su suerte política después de cuatro años de sembrar polarización como ningún otro de sus antecesores. En realidad, también es el sistema democrático de ese país, que se encuentra sujeto a la mayor de las pruebas con los resultados de los comicios, tras manifestarse en las últimas semanas una tendencia que apunta a la derrota de quienes, junto con el presidente Trump, apostaron por la regresión.

En este contexto, del sentido expresado en las boletas depende la credibilidad y utilidad democrática de cinco instrumentos esenciales de la democracia norteamericana. Primero, el Partido Demócrata. Organización que naufragó cuatro años atrás por las diferencias irreconciliables entre la corriente progresista, encabezada por el precandidato Bernie Sanders, y el establishment de Washington, liderado por Hillary Clinton. El choque de trenes provocó que muchos jóvenes se alejaran de las urnas, contribuyendo en forma importante a la victoria republicana. En 2020, la corriente progresista fue desplazada en las primarias demócratas, pero habremos de ver en las urnas si la fórmula Biden/Harris recupera la unión entre sus filas o, de nueva cuenta, ese segmento es parte de la explicación de la derrota.

Segundo, las encuestas. Los estudios de opinión pública aseguraban en 2016 la victoria para Hillary Clinton. Se quiso justificar el error señalando que se puso atención de más a encuestas nacionales, las cuales, por su representatividad, no retrataron cambios en los estados y son estos últimos quienes determinan la victoria en el Colegio Electoral. Sin embargo, lo cierto es que los estudios fracasaron al no capturar el voto oculto por Trump. Hoy, a nivel local, las encuestas dan ventajas a Joe Biden en demarcaciones clave como Wisconsin, Pensilvania, Arizona y Florida, aunque la mayoría de ellas dentro del apretado margen de error. La credibilidad de los estudios de opinión está en juego, por contiendas estatales potencialmente competidas —en las que ambos candidatos podrían declararse ganadores, muy al estilo latinoamericano—, y por la dificultad de medir entre votantes probables el sentido de casi 100 millones de sufragios emitidos de manera anticipada.

Tercero, el sistema electoral. En la gran mayoría de las democracias gana quien más votos obtenga, pero en Estados Unidos se puede perder el voto popular y acceder a la presidencia, mientras se aseguren 270 delegados del Colegio Electoral. Situación que sólo ha ocurrido cinco veces en su historia. Dada la última, Donald Trump despacha desde la Casa Blanca, a pesar de haber conseguido 3 millones de votos menos que Hillary en 2016. Lo peor es que este escenario de tintes antidemocráticos podría repetirse ahora, pues, de acuerdo con los escenarios de probabilidad difundidos por especialistas en el portal FiveThirtyEight, el presidente tiene 10% de probabilidad de ganar la elección, pero sólo 3% de registrar el mayor número de votos.

Cuarto, la política pública como instrumento para premiar o castigar carreras políticas. Donald Trump subestimó los alcances de la pandemia y se rehusó a la instrumentación de mejores prácticas. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, Estados Unidos suma 229 mil muertes por covid y más de 9 millones de contagios, lo que representa 20% de las contabilizadas a nivel mundial. De conseguir la reelección, los estadunidenses estarían mandando una preocupante señal, en el sentido de que malos desempeños no importan a la hora de rendir cuentas. Más aún si se recuerda el desplome de la economía que hirió gravemente su campaña, así como el clima inédito de inseguridad en varias ciudades, lo que ha obligado a los negocios a blindarse frente a posibles protestas y saqueos. Y Quinto, el arraigo del voto latino. Donald Trump ha llamado violadores y delincuentes a las personas de origen mexicano, además de continuas denotaciones a los migrantes. Sin embargo, gracias al respaldo de un tercio de los votantes latinos, Donald Trump consiguió entrar a la Casa Blanca. De mantenerse esa tendencia de votación, quedará claro que en la comunidad latina pesa más el arraigo a su comunidad de destino que a su lugar de origen.

En cualquier caso, una derrota de Donald Trump obligará al gobierno mexicano a replantear su estrategia en el marco de la relación bilateral, ya de por sí deteriorada con la detención del exsecretario de la Defensa Nacional y las actividades de espionaje sin aviso de las agencias norteamericanas en suelo nacional.

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