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Nostalgia con Antonio Deltoro

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

Las coincidencias y diferencias en torno al poema, principalmente las primeras, que tuvimos en una primera charla fueron el acicate para volvernos a reunir. Recuerdo a un Antonio entusiasmado por regalarme Rumiantes y fieras, el cual también tenía poco tiempo de existencia.

Leer la poesía de Deltoro es un antídoto contra la premura, sobre todo su obra de madurez. Sin embargo, sus primeros libros, Algarabía inorgánica (1979), el cual cumple 40 años en 2019, y Los días descalzos (1992), llevan consigo una prisa e ímpetu que se fue sosegando en los posteriores volúmenes. Acaso, en este Deltoro se ve la mano del Walt Whitman, ese “cada átomo mío es también tuyo” celebratorio, alegre.     

Platicar con Antonio también es un antídoto contra la premura. Y no lo digo como una fórmula aprendida para definir lo que es su poesía y él, sino como un hecho consumado del que pude ser testigo: algo en él denota paciencia y reflexión. Aquella mañana pasamos de Virgilio y Dante a Quevedo, Góngora, Machado, Alberti, Juan Ramón a Lezama, Borges, Paz y a Becerra, David Huerta y Christian Peña. Debido a unos asuntos míos y los lamentables problemas de salud que tuvo a lo largo de este año, nunca pude asistir a la reunión que cada martes —en un Ginos de Insurgentes— Antonio mantenía —desde hace varios años— con algunos de sus contemporáneos, Fabio Morábito, Ana y Alicia, a veces una, a veces otra, a veces ambas, García Bergua, donde se leían poemas y se realizaba una pequeña ronda de críticas. Lamento seguir ausente de esas charlas.

“En las mañanas me basta ser como le basta a todo ser/el ser en esa luz: los pájaros son pájaros/y nada más; las muchachas, muchachas/ y hasta a los viejos les sienta bien/ ser viejos y quedarse sentados”, confiesa el poeta en Balanza de sombra, acaso el más arriesgado y confesional libro del Deltoro. Esa misma actitud de estar sentado, quieto, es la que permea de la vida al poema en este autor. No hay tiempo para el destiempo, para la carrera acelerada, el día parece que se extiende en la luz que alcanza la tarde y poco a poco despeña en la noche. Podría decirse que Antonio es un poeta tardío, incluso si se compara los 32 años que tenía cuando publicó su primer libro con los 20 de algunos otros autores. Acaso sólo sea la condición de ocaso de su poesía.

“Me fui a París y ahí fue donde más tiempo dediqué a leer y escribir, en ese entonces, realmente, sólo me interesaba la poesía”, recordó Antonio mientras hojeaba la antología de su poesía publicada en Visor. Estudiante de Economía, Deltoro entendió que los abismo que le tocaban vivir no eran numéricos, sino lingüísticos, métricos, prosódicos. Otros eran sus infiernos.

Ensayista, también, Deltoro dedicó su tiempo a leer y tratar de entender mejor qué es la poesía, lo hizo a través de textos como El gallo y la perla. México en la poesía mexicana (2012) y Favores recibidos (2012). El ensayo era para este autor otra forma de detenerse, se estar sentado leyendo, otra forma de hacer poesía.

Me entristeció mucho la noticia del problema de salud de Antonio, parece que poco a poco se ha ido recuperando. Deltoro sabe de paciencia y eso es lo que necesita por el momento. Retomar el poema es otra forma de esperar, otro modo de entender lo mismo, entonces bien haría en recordar “Caligrafía”, otro de los poemas de Balanza de sombra: En este papel, hoy viernes,/escribo estas líneas con mi mano/y me parece que las traza la mano de mi padre/no por su espíritu, por su caligrafía…

HASHTAG. Volvamos al principio, parece que dice López Obrador. No el inicio de los tiempos priistas, sino de los míos, lo que de ahora en adelante deben recordarse, y nada más. Hay, es cierto y quien lo niegue estará incurriendo en simple y sencilla envidia, un ánimo de regeneración con el nuevo mandatario, pero también se comienza a gestar la nueva forma de presión social. Obrador llega a un mundo con otro discurso de debate, con nuevas líneas de expresión. Hoy todo sucede más rápido, no hay tiempo para pensar mucho, menos en este país. Las acciones que tome el tabasqueño deben surtir efectos —de movimiento— inmediatos. No la tiene fácil, él mismo puso la vara muy alta, las expectativas están muy lejos de la inmediata realidad. Por el momento, ya se mueven las aguas políticas. Morena está solo, eso que no quepa duda, este instituto político tiene el camino libre para perdurar en el puesto de mando o comenzar a anudar la soga que lo habrá de colgar. Recuerden, priistas y panistas ya piensan en 2024, no en el presente.

 

Escritor

mmedranogonzalez@gmail.com

 

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