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Democracia en riesgo

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

Cada vez son más las voces que alertan sobre los peligros que enfrenta la democracia en México. La más reciente es la de Roger Bartra (Mutaciones) de cuya solidez intelectual y credenciales democráticas no hay duda. No sólo afirma que el actual gobierno no tiene ningún tinte transformador, sino que es reaccionario, mira hacia atrás y “tiene como objetivo borrar la transición democrática”.

No es el primero ni será el último. El viernes pasado fui invitada, junto con mi amigo y compañero de estas páginas, Leo Zukermann, a hablar sobre los riesgos de la democracia. Coincidimos en que ha habido un retroceso importante y que los próximos dos años no pintan mejor, aunque en ambos había un dejo de esperanza.

A riesgo de repetir en lo que he insistido, resumo de lo que hablé.

Está en primer lugar, el grave error del Presidente de haber trastocado el papel de las Fuerzas Armadas. Es verdad que ya desde Calderón se les encargaron tareas de seguridad pública, pero lo que ocurrió entonces en nada se compara con lo que vivimos ahora.

Las alertas se volvieron rojo incandescente cuando, hace unos días, el secretario de Gobernación declaró que, “desde luego que un militar puede participar en tareas políticas y puede tener aspiraciones políticas, y puede incluso ser presidente de la República”. Le pregunto: ¿Un militar o varios? y ¿respaldados por su corporación o en solitario? Dice que podrían hacerlo si cumplen con los requisitos. ¿Por qué la aclaración? ¿Hay de otra? Me pregunto: ¿Está en los planes de este gobierno volver a tener un sector militar en las filas de Morena, como cuando lo hubo en tiempos del PNR-PRM, antecesores del PRI?

Está también la amenaza del crimen organizado, tan bien documentada por Héctor de Mauleón en la revista Nexos (septiembre), y en la que relata extorsiones a los candidatos, abandono de las candidaturas ante las amenazas de muerte y movilizaciones y amagos durante la jornada electoral.

Pero, además de estos dos retos, hay otros de carácter normativo, institucional e incluso de valores.

Está el fantasma de la reforma electoral propuesta por el Ejecutivo.Y digo fantasma porque no veo (espero no equivocarme) un escenario en que las fuerzas opositoras apoyen esa reforma, ya sea por la vía de la votación o del ausentismo. En el improbable caso de que eso ocurriera, los ciudadanos estaríamos –entre otras cosas– a merced de autoridades electorales a modo.

Otro peligro es el que deriva de un presidente que no valora la ley y se aparta de ella sin reparo alguno. Quizá la frase que muestra de la manera más fehaciente su inclinación a quebrantar el orden normativo es la de “no me vengan con eso de que la ley es la ley”. Un presidente que está dispuesto a actuar fuera del marco del Estado de derecho y a ufanarse de ello, porque bien vale hacerlo en aras de un bien superior, no puede considerarse un demócrata.

Está también la sistemática disminución o eliminación de los contrapesos y de todo obstáculo que se le atraviese para lograr su denominada cuarta transformación. Aquí entran el acoso permanente a los órganos autónomos, al Poder Judicial y a los gobernadores –particularmente a los de oposición–, pero también a la prensa, a los empresarios y a las organizaciones de la sociedad civil. Eso que llamamos contrapesos sociales.

Atenta también contra la democracia el retroceso sufrido en el acceso a la información, pilar indispensable de la rendición de cuentas. No creo que alguien piense que estamos ante el gobierno más transparente porque en las mañaneras el Presidente sostenga un monólogo o una conversación con periodistas a modo, salvo honrosas excepciones como las de Nayeli Roldán (Animal Político), Jorge Ramos (Univision) o Valeria Durán, A. Barriguete y L. Sánchez Ley (MCCI). Lo cierto es que la información pública que permite vigilar las acciones del Ejecutivo es cada vez más escasa y de peor calidad. Para muestra no uno, sino dos botones. La negativa a que comparecieran ante el Congreso los titulares de Defensa y Marina y el intento de clasificar compras y obras gubernamentales en la categoría de seguridad nacional para reservar la información.

Por curioso que parezca, la incompetencia y la ineptitud, con el consecuente mal desempeño de la economía y del bienestar social, son también riesgos para la democracia. ¿Por qué? Simplemente porque a peor desempeño, justa o injustamente, menor aprecio por la democracia de parte de los ciudadanos.

Menciono, a manera de conclusión, que entre los valores de la democracia están la negociación, la apertura a las vías de participación ciudadana, la tolerancia, la deliberación y la disposición a alcanzar compromisos en un contexto de pluralidad. Éstos han sido sustituidos por los de la imposición, la exclusión, la intransigencia, el dogmatismo y la polarización.

Sí, la democracia está en riesgo.

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