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No hay agua que alcance

Lorena Rivera

Lorena Rivera

La escasez de agua que padecen varios estados y municipios del país no sólo es resultado de fenómenos meteorológicos y climáticos cada vez más extremos, como consecuencia de la crisis climática global, sino también ha sido creada por la ineficiente gestión, distribución y regulación del recurso. 

Si bien es un derecho humano el acceso al agua potable, eso no quiere decir que podemos desperdiciarla, al contrario, tenemos la responsabilidad de cuidarla y usarla de una manera eficiente, porque se trata de un recurso finito. 

El estrés hídrico es profundo, en mucho porque México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación en el mundo, según datos de Greenpeace. Los suelos forestales, como los bosques, son fábricas de agua, pues absorben cuatro veces más lluvia que las tierras cubiertas sólo por pastos. Por lo tanto, los esfuerzos entre gobiernos federal, estatal y municipales, sociedad e iniciativa privada deberían enfocarse en una verdadera reforestación. 

Sumado a ello, muy poco o nada se invierte en sistemas de reciclaje o tratamiento de agua, pues, de hacerse, permitiría usarla en procesos industriales o de otro tipo no relacionado con el consumo cotidiano, como aseo personal, beber y cocinar. Otro dato que se nos olvida es que 40% del agua potable se usa en el inodoro. Y no se cuenta con sistemas de captación de agua de lluvia para recargar los acuíferos, si existen algunos son a pequeña escala para autoabastecimiento. 

 No hay que olvidar el desperdicio por fugas. Tan sólo en la Ciudad de México 40% del agua potable se pierde de esa manera y, en vez de que disminuyan los eventos, van al alza. Durante 2021, el Sistema de Aguas (Sacmex) atendió 15 mil 239 reportes. 

Y no todas las alcaldías tienen agua en el grifo de manera constante y el desabasto se agudiza en Iztapalapa, donde la reciben por tandeo. Pero ayer se reportó una gran fuga en la avenida San Lorenzo y el tiempo estimado de reparación, de acuerdo con Sacmex, es de ¡60 horas! 

La CDMX recibe el agua de manantiales y pozos —que están sobreexplotados, lo que, además, ocasiona el hundimiento de la metrópoli— y de los sistemas Lerma y Cutzamala, cuyas presas están por debajo del 50% de su capacidad. 

 ¡Qué paradoja, estamos en temporada de huracanes y hay escasez de agua! 

 La Conagua informó hace unos días que las 210 principales presas del país reportan un acumulado total de 54 mil 811.67 millones de metros cúbicos de agua, lo que representa un déficit de 10% con respecto a la media histórica y sólo dos embalses cuentan con 100% de llenado; 26 de entre 75 a 100%, 64 de 50 a 75% y 117 están por debajo de 50% de almacenamiento. 

Eso es un reflejo de lo poco que ha llovido: 20.8% menos desde el 1 de octubre del 2021 al 29 de mayo de este año, respecto al promedio histórico para el mismo periodo. 

Ahí está el drama que continúan viviendo en Monterrey, Nuevo León, por escasez de agua —pese a unas pocas lluvias— que impacta a cinco millones de habitantes. 

 La crisis hídrica en el estado no es reciente, se arrastra desde hace un lustro, pues ha llovido menos y no hay planes de adaptación e infraestructura. Los gobiernos estatal y municipal no tomaron previsiones. 

 Tijuana, BC, es otra ciudad sin agua desde hace, por lo menos, más de una década. 

En general, los gobiernos federal, estatales y municipales, así como industrias, no pueden ni deben decirse sorprendidos por la escasez de agua ni tampoco se vale echarle la culpa a los demás, porque la información científica sobre los fenómenos meteorológicos y climáticos exacerbados por el cambio climático están al alcance de cualquiera, sobre todo para los tomadores de decisiones. 

 En 2019, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) informó que México es el segundo país con mayor estrés hídrico en América Latina, sólo detrás de Chile. 

El año pasado, el informe del Grupo de Trabajo I del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), titulado Cambio climático 2021: Bases físicas incluyó un capítulo sobre los cambios en el ciclo del agua. Entre las advertencias que hacen los científicos está un pronóstico severo en la disminución de lluvias y aumento de sequías a nivel global; en el caso de México, grosso modo se prevé que el norte sufrirá sequías más frecuentes y extremas; mientras que el sur tendrá más lluvias e inundaciones. 

Los estudios científicos proveen información valiosa para la elaboración de políticas públicas, como prevención, manejo de riesgos y adaptación. Además, están los pronósticos climáticos, que permiten con semanas de antelación saber cómo serán las temporadas de lluvias, por ejemplo, si serán abundantes o si habrá menos precipitaciones respecto de los promedios históricos. 

  

En un país donde la población sigue creciendo y asentándose en ciudades, la presión sobre los suministros de agua será mayor y agravará la escasez. Sin acciones eficientes, el futuro no tan lejano se mira seco y sediento. 

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