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La calor, inminente asesina de la humanidad

Lorena Rivera

Lorena Rivera

 

Estamos acercándonos a lo más profundo de la crisis climática. Los hechos son claros, no hay manera de ignorarlos ni obviarlos, pues, cada año, las temperaturas aumentan más, rompiendo récords. Las emisiones de gases de efecto invernadero ya han calentado el planeta 1.1 grados centígrados desde 1850-1900 a la fecha.

Por ahora, 2015 es considerado el año más cálido registrado, ya que la temperatura media global fue 0.76 grados centígrados por arriba del promedio de 1961-1990.

Desde entonces, las temperaturas calientes han ocasionado olas de calor mortales, incendios y sequías más frecuentes y prolongadas en el continente americano, pasando por Europa, África y Asia, sin olvidar el acelerado deshielo del Círculo Polar Ártico y la Antártida.

De septiembre de 2019 hasta los primeros meses de 2020, Australia vivió letales incendios forestales y olas de calor por encima de los 40 grados centígrados. Si bien los incendios forestales son característicos del verano austral, los años de sequía y la crisis climática alimentaron el calor, explicaron científicos en ese momento. El saldo, casi 19 millones de hectáreas calcinadas, mil 500 millones de animales muertos, más de mil 400 hogares destruidos y 35 personas muertas.

La crisis climática y los incendios forestales son dos de los factores por los cuales el emblemático koala está catalogado en peligro de extinción.

El verano del año pasado, Estados Unidos y Canadá experimentaron temperaturas extremas, suscitando lo que se conoce como domo de calor.

Así, en julio, el pequeño poblado de Lytton, en la Columbia Británica (Canadá), quedó hecho cenizas debido a una intensa ola de calor, pues después de registrar un nuevo máximo histórico de 49.6 grados centígrados desencadenó un incontrolable incendio forestal, dejando más de 200 muertos.

Ese domo de calor también fue el causante de la muerte de mil millones de animales marinos, como mejillones, almejas, cangrejos, anémonas intermareales y estrellas de mar en la costa de Vancouver, clara muestra de la emergencia climática y cómo el calentamiento de los océanos está agravándose.

Hacia marzo de este año, 60% del territorio de Estados Unidos estaba seco como efecto de la sequía que arrastra años atrás, siendo el oeste el más afectado. Una investigación de la revista Nature Climate Change indica que esa región está más seca de lo que estuvo en los últimos mil 200 años; además, 42% de la megasequía se atribuye a la crisis climática.

En junio y julio pasados, el común denominador han sido las olas de calor ardientes desde Europa, norte de África hasta Asia y Oriente Medio, con temperaturas superiores a los 40 grados centígrados, de acuerdo con el Sistema de Observación de la Tierra Goddard de la NASA.

Europa occidental pasa por una grave sequía, que, alimentada por el calor, originó incendios que asolaron Portugal, España y partes de Francia.

En Francia, por ejemplo, la ola de calor intensa comenzó el 11 de julio, con temperaturas mayores a 38 grados centígrados y, a partir de ayer, transita por una cuarta, a la que se suma la peor sequía registrada, según alertó el gobierno, y se extenderá hasta el fin de semana con temperaturas diurnas de 40 grados centígrados. En julio, la temperatura máxima promedio en Reino Unido superó los 30 grados centígrados y por primera vez el termómetro sobrepasó los 38 grados centígrados en dos días (18 y 19), según la medición de la Oficina Meteorológica en una serie que se remonta a 1960.

El Monitor de Sequía de México arrojó que al 16 de julio había 11 estados en emergencia con afectaciones en sectores primarios como la agricultura y ganadería. Y, por esa fecha, el Sistema Meteorológico Nacional pronosticó temperaturas mayores a 30 grados centígrados en 23 entidades.

Cientos de millones de personas viven en áreas urbanas y, cuando golpean las olas de calor, buscan refrescarse y usan aire acondicionado, lo cual aumenta la demanda de electricidad, que puede ocasionar daño a la infraestructura eléctrica; además, se incrementan las emisiones de carbono, justo las que hay que recortar para evitar que el aumento de la temperatura global rompa el umbral de 1.5 grados centígrados.

Bill McGuire, profesor emérito de peligros geofísicos y climáticos en la University College London y autor de Hothouse Earth —de reciente publicación—, asegura que las olas de calor abrasadoras son tan sólo el comienzo, de acuerdo con el diario británico The Guardian.

El científico indica que no hay posibilidad de evitar un colapso climático peligroso y omnipresente, pues se ha superado el punto de no retorno y puede esperarse un futuro con olas de calor letales y temperaturas superiores a 50 grados centígrados en los trópicos, veranos invariablemente calurosos en latitudes templadas y los océanos estarán destinados a volverse aún más cálidos y ácidos.

Hechos de la emergencia climática que alertan sobre una nueva normalidad caliente, seca y, en extremo, sofocante.

 

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