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Vergonzosa reacción frente al coronavirus

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

No, no voy a hablar de la vergonzosa respuesta del gobierno mexicano, y en particular del doctor Hugo López-Gatell, para enfrentar la pandemia del covid-19. No. Voy a hablar de la reacción de las dos superpotencias mundiales: China y Estados Unidos.

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Comienzo con el gigante asiático, que fue donde comenzó la epidemia, para ser más precisos, en la ciudad de Wuhan. De acuerdo a un reporte que apareció ayer en The New York Times, agencias de seguridad de Estados Unidos habrían comprobado que las autoridades locales del Partido Comunista Chino de Wuhan y la provincia de Hubei no informaron a las autoridades centrales de Pekín sobre la aparición y transmisión entre humanos del nuevo virus.

Les dio miedo hacerlo por las posibles consecuencias para sus carreras políticas. Exactamente igual que lo sucedido en 1986, cuando explotó la planta nuclear de Chernóbil en lo que era la Unión Soviética.

Para entender qué pasó entonces, recomiendo, de nuevo, ver la extraordinaria serie Chernóbil, de HBO. Ahí vemos cómo la mentira se va reproduciendo como si fuera, permítanme la analogía, un virus. El subdirector y director de la planta niegan la explosión y la minimizan. Lo mismo los jefes del politburó local. Uno de ellos esgrime el “contundente” argumento de que un desastre así no puede ocurrir en una planta que lleva el nombre de Vladimir Ilich Lenin. El asunto va escalando y absolutamente todos siguen negando el desastre y mintiendo, aunque algo gordo está sucediendo. Eventualmente, el tema llega al Comité Central del Partido Comunista, presidido por Mijaíl Gorbachov. Y sigue la mentira.

Bueno, pues el artículo del New York Times sobre el coronavirus en China refleja lo mismo.

En un sistema autoritario de gobierno no hay incentivos para decir la verdad. Al revés, es mejor ocultarla.

El problema es que, a la postre, resulta imposible tapar un desastre como el de Chernóbil o el de la aparición, contagio y letalidad del SARS-CoV-2. Y cuando esto ocurre, ya es muy tarde. En el caso de China, significó el confinamiento de una ciudad de once millones de personas para contener la propagación.

En un régimen como el soviético o el chino, políticos, burócratas, militares y apparátchik se la pasan cuidando sus huesos. No sólo sus chambas sino, literalmente, sus huesos, porque los están espiando.

Muchos pensarían, incluyéndome, que por eso, entre otras cosas, las democracias liberales son regímenes políticos superiores a los autoritarios. Como existen múltiples fuentes de información, resulta difícil esconder la verdad. La oposición política tiene incentivos para dar a conocer los errores del gobierno en funciones. Los medios de comunicación se la pasan buscando historias para poner en entredicho a los poderosos. Las organizaciones de la sociedad civil generan información alternativa para contrastarla con las versiones oficiales del gobierno.

Esto, efectivamente, sucedió en Estados Unidos en cuanto llegó el virus a ese país. Sin embargo, la reacción de su gobierno también fue vergonzosa.

El presidente Trump primero minimizó el posible impacto del nuevo bicho. Luego le echó la culpa —todavía lo hace— a los chinos. Su secretario de Estado, Mike Pompeo, incluso ha dicho que el virus se propagó por una filtración en un laboratorio en Wuhan, a pesar de que no existe evidencia que sustente esta afirmación.

Los estadunidenses sabían que el SARS-CoV-2, eventualmente, llegaría a su país. Tuvieron mucho tiempo para prepararse. Sin embargo, su gobierno no se lo tomó en serio y de inmediato, como es Trump, lo trató de politizar a su favor.

Los resultados han sido desastrosos, peor que los chinos, tanto en el impacto sanitario como económico. Hoy, Estados Unidos sigue sin controlar la pandemia. Llevan más de cinco millones y medio de infectados y 173 mil muertos. El 70% de los estadunidenses, de acuerdo a las encuestas, no se siente satisfecho con la manera en que su gobierno nacional ha respondido a la pandemia del covid-19.

La diferencia, quizá, será en las consecuencias políticas que habrá en China y en Estados Unidos por el covid-19. En la superpotencia asiática no parece que Xi Jinping pueda caer como líder indiscutible de esa nación por los errores cometidos. En nuestro vecino del norte, en cambio, todo indica que Trump va de salida. Hay una buena probabilidad de que pierda la reelección en noviembre. Una de las causas de esta posible derrota será, sin duda, el mal manejo del Presidente para contener la pandemia.

               

           Twitter: @leozuckermann

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