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¿Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera?

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Gabriel García Márquez falleció la semana pasada en medio de las vacaciones. Merecidamente, los medios llevan muchos días publicando todo tipo de alabanzas y recuerdos del grandísimo escritor. Muchos, como se esperaba, se han concentrado en su obra maestra, Cien años de soledad, publicada en 1967. Es el problema de haber escrito algo tan genial. Nadie puede negar la singularidad, profundidad y complejidad de la fantástica narración del pueblo de Macondo y la familia Buendía. Lo que sí se vale, y aquí lo voy a hacer, es cometer una especie de apostasía del credo garciamarquesiano: decir que a mí me gusta más y prefiero El amor en los tiempos del cólera, publicada en 1985.

¿Por qué? Sobre todo por la originalidad y frescura de los dos personajes principales: Florentino Ariza y Fermina Daza.

Florentino es, de principio a fin, conmovedor. De muy joven se enamora de Fermina. En el camino se atraviesan las complicaciones propias de la vida y el doctor Juvenal Urbino, con quien su enamorada se casa. No obstante, Florentino, como una especie de héroe quijotesco del Caribe, promete un amor eterno a Fermina. Está seguro, aunque a veces lo duda, que su amada algún día le dará una oportunidad. Al principio se propone mantenerse virgen para la jornada esperada: guardar la pureza de su cuerpo para cuando Fermina finalmente esté junto a él en su lecho. Pero más rápido cae un hablador que un cojo y Florentino se convierte en un casanova experto, sobre todo, de viudas. Mientras seduce a cientos de mujeres y comparte los secretos del sexo, su vida transcurre como el sinuoso caudal del Río Magdalena. No hay manera de no adorar a este personaje tan etéreo como carnal.

Como no hay manera de no adorar a doña Fermina Daza y sus eternas disputas con su esposo, el elegante doctor Urbino. Ella es una mujer que constantemente se debate entre los valores tradicionales del siglo XIX y las nuevas reglas que se están desarrollando en el revoltoso siglo XX. Contradictoria, como casi todas las mujeres,
Fermina muchas veces opta por la seguridad de lo conocido y previsible, y otras, por la rebeldía de la aventura e imprudencia. La culpa, ese maldito sentimiento que tanto daño hace, está siempre presente en esta mujer quien no puede soslayar el gran amor que le profesa Ariza, cortejándola hasta el final de sus días.

El amor en los tiempos del cólera es una historia, como claramente revela su título, de amor. Tiene toda la razón el presidente colombiano Juan Manuel Santos cuando dice que García Márquez “escribió sobre el poder más grande, más influyente de todos, que es el poder del amor”. Más que el poder político (de los dictadores, por ejemplo, en otra estupenda y difícil novela como es El otoño del patriarca o el de el libertador Simón Bolívar en un libro que no acaba de cuajar, como es El general en su laberinto), la mejor pluma de García Márquez está dedicada a ese maravilloso sentimiento humano, el más intenso de todos, que es el encuentro de la pareja.

El riesgo de escribir sobre el amor es caer en la cursilería que, por cierto, a muchos les gusta. No es, desde luego, el caso de El amor en los tiempos del cólera. Lejos de eso, uno encuentra personajes de carne y hueso, contradictorios hasta la médula, que son, a la vez, fieles y traicioneros con sus sentimientos más íntimos. Pero, al final, a todos los mueve esa cosa extraña llamada “amor”. Sólo aquellos que han estado enamorados algún día saben del valor que tiene una novela que narra eso. Un libro donde por un lado se desea que Florentino logre su propósito y sea algún día feliz al lado de Fermina, pero que por el otro siga derrochando alegría en las hamacas de las pobres viudas solitarias.

No tengo el hábito de releer novelas. No obstante lo he hecho con Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. La segunda vez que los leí los disfruté aun más que la primera. Los dos son libros fabulosos. Pero yo me quedo con el embrujo de la gran historia de amor cuyo final se desarrolla en las tórridas aguas del Río Magdalena. Ni modo: hasta a los más duros a veces nos sale lo romántico. Y hay que agradecerle a García Márquez por el placer de sacárnoslo. Que el Premio Nobel de Literatura descanse en paz, con mucho amor, juntito a Florentino Ariza y Fermina Daza.

                Twitter: @leozuckermann

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