Logo de Excélsior                                                        

Robo

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Estaba ya en el avión que me llevaría a la Feria del Libro de León, Guanajuato, y conversaba desde hacía un rato con Fernando Rivera Calderón y Alonso Arreola, a quienes también habían invitado a la FENAL. Por suerte, nos sentaron juntos en el avión. Recuerdo perfectamente que Fernando nos estaba diciendo que el Duende Bubulín había compuesto la canción de Gordolfo Gelatino, cuando vibró mi celular que aún no había puesto en modo avión, faltaban unos minutos para que cerraran la puerta. Era una llamada del Chino, Juan Pablo García, nuestro mánager. Era extraño que me marcara, pues normalmente nos comunicamos por WhatsApp. Cuando contesté y le escuché la voz ronca, supe que algo malo había pasado: “¡Socio! Acaban de robarse todo el instrumental, asaltaron la mudanza en la carretera Puebla-Córdoba”. Le pregunté si todos estaban bien, si no había algún herido, y me dijo que nada grave, hasta donde se sabía. Me comentó que estaba hablándole a mis compañeros, pero que a algunos no los encontraba. Me deseó buen vuelo y que me mantendría informado.

Colgué y les dije a Alonso y a Fernando: “Era mi mánager, que nos acaban de robar todos los instrumentos”. Vi la puerta del avión abierta, pensé si cambiaría algo la situación en la que estaba mi grupo, Café Tacvba, si me bajaba del avión, pero me di cuenta de que no.

Me acomodé lo mejor que pude en mi asiento, dispuesto a que Fernando Rivera nos siguiera contando las cosas que sabía sobre el Duende Bubulín. Incluso que nos cantara un poco más de la canción que había comenzado a tararear: “Soy tan hermoso, ya lo ven, soy tan precioso, yo lo sé, soy primoroso, bello, lindo, soy gracioso”. En realidad, respecto al robo, no podía hacer nada.

“Te acaban de decir que te robaron tus instrumentos, ¿y te quedas así, tan tranquilo?”, me preguntó Alonso Arreola. “¿Te han robado algún bajo?”, le pregunté, “nunca”, me dijo. “Ah, pues a mí ya me han robado como cinco guitarras”.

No quiero pensar que ya me estoy acostumbrando. Pero cuando me robaron la primera guitarra, una acústica Yamaha con la que compuse muchas canciones del primer disco: María, Rarotonga, La Zonaja, El Catrín, Cometer Suicidio, etc., etc., sentí que me moría. En ese momento decidí que iba a amar a mis instrumentos hasta que los tuviera conmigo, y si se iban tenía que aprender a dejarlos ir.

Sé, por experiencia propia, que ponerse a patear cosas, gritar o desquitarse con el que está a tu lado no hace que los instrumentos, cualquier objeto o incluso las personas que se van, regresen. Me dio tristeza, sí, pero no tanto por mis guitarras, sino por el ser humano. Qué horror que alguien tenga que llegar a ese recurso, robar, para sobrevivir.

Se me hizo muy extraño que a Alonso Arreola no le hayan robado ningún bajo. Ha tenido suerte, pues uno se encariña con sus instrumentos, incluso antes de pagarlos: te enamoras de ellos en la tienda. Las guitarras se vuelven parte de ti. Cada guitarra trae una canción oculta, o varias, que van apareciendo conforme las vas tocando más y más. Habrá algunas que no se dejan, que necesitan de atención constante para soltar esa melodía que existe en algún lugar donde se unen las piezas, el brazo con el cuerpo, entre cada cuerda y traste. Supongo que las guitarras también se tienen que acostumbrar a ti, como tú a ellas. Cuando se sienten en confianza, te cuentan sus secretos en forma de riff, una secuencia de acordes, un solo de guitarra que ocurrirá una vez en la vida.

Supongo que los ladrones de nuestros instrumentos no sabían lo que se estaban robando. Dicen que en ese tramo de carretera, Puebla-Córdoba, se roban, aproximadamente, 15 camiones diarios, ¡15! La mudanza que transportaba nuestro instrumental fue uno de los tantos robados. Qué tristeza.

Hemos recibido muestras de apoyo por parte de mucha gente, de empresas de instrumentos, de autoridades, ¡muchas gracias! Pero nuestro instrumental no ha aparecido. Estamos a dos semanas de cumplir 30 años como banda, ¿nos va a detener un robo? Por supuesto que no. Gracias a los fans que me encuentro en la calle y me gritan, ¡fuerza, Joselo! En ese momento sé que no todo está perdido.

Comparte en Redes Sociales

Más de Joselo