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Puros cuentos

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Esta semana me invitaron a Centroamérica Cuenta, un encuentro internacional de escritores que habitualmente se lleva a cabo en Nicaragua; sin embargo, por la situación política que el país enfrenta, este año se realizó en el marco de la Feria internacional del Libro de Costa Rica. Presenté mi novela Los Desesperados y tuve una mesa junto a otros escritores llamada “Dejemos hablar al cuento”.

Salí de mi querida Ciudad de México cuando ésta se estaba convirtiendo en una escena de Blade Runner. En la terminal 1 del aeropuerto me perdí en la trampa para turistas que es el Duty Free. No fue mi culpa. Está diseñada como un laberinto, las señales hacia las puertas de embarque son confusas. Pareciera que los filtros de seguridad están coludidos con los comerciantes: los guardias te hacen sentir miserable cuando te quitan las prendas y revisan tu equipaje sólo para que desees curar tu frustración comprando algo: perfumes, lociones, botellas de tequila, whisky, chocolates, lentes, bufandas, antifaces y cojines para dormir en el avión. Veo las fotos de las modelos y actrices que anuncian perfumes. Deben ser muy buenas fotografías porque me quedo viéndolas eternamente, todas se ven hermosas. Cada actriz tiene su perfume; cada modelo, su fragancia. ¿Olerán ellas así? Aunque sé que no, me acerco a cada frasco y lo huelo. Veo la foto de Emily Ratajkowski y su perfume Pure XS, o sea, Puro Exceso, me vuelvo loco y me pongo un poco de su perfume en mi muñeca, pues quiero imaginar que a mi lado está EmRata, que tiene millones y millones de seguidores en Instagram. Al minuto me arrepiento. ¿Qué hago yo oliendo a este perfume? ¿Por qué no usé uno de esos papelitos que te dan?

Camino hacia la puerta de embarque y noto que muchos hombres voltean a verme. Claro, huelo a Emily Ratajkowski. Creen que soy ella. Les digo: lo siento, no soy EmRata, por favor, no me sigan más. Me acuerdo entonces de lo que dijo Vicente Fernández, que no quiere que le pongan un hígado de otra persona, pues no le vayan a poner el órgano de un drogadicto o de un homosexual. Me pregunto por qué no dijo: si me ponen el de un matemático me convertiré en el hombre más listo de la tierra.

Cuando despegamos imagino que debe haber personas que desean que les pongan el hígado de, por ejemplo, Brad Pitt. Quizá creen que ahí radica su sex appeal y al obtener su hígado o cualquier otro órgano, el riñón o yo qué sé, atraerán a tantos millones de seres humanos como el buen Brad. Tal vez exista una lista secreta de gente supermillonaria que diga que si Brad Pitt muere (Dios no lo quiera), el primero en la lista recibirá el órgano. Obvio, ese primero de la lista pagó billones de dólares.

Al aterrizar en Costa Rica veo el video en Instagram de Mick Jagger bailando. Hace pocas semanas que lo operaron del corazón y ahora está saltando. Aunque el video sólo dura un minuto o menos, quizá después Mick se fue, pasito a pasito, a sentar en una silla de ruedas. ¿Ficción o realidad? Tal vez le pusieron un corazón completamente nuevo, el de un jovencito de 20, porque así baila.

Del aeropuerto llego directamente a la conferencia. Todos me dicen ¡pura vida!, que es la forma coloquial de saludarse. Es una maravilla. Me siento más vivo y feliz cada vez que me lo dicen.

En la conferencia estamos Alejandra Costamagna, Guadalupe Nettel, Jeremías Gamboa y yo, todos hemos escrito cuentos, publicado libros de relatos. Nos modera Sergio Ramírez, el gran cuentista de Latinoamérica. Hablamos de cuentistas, de creación e inspiración. De repente me siento dentro de un cuento, soy el personaje principal, ¿o seré sólo un secundario y la principal es Nettel? ¿O Costamagna? No sé quién escribe el cuento, quién lo lee. Quiero que alguien del público me diga ¡Pura Vida! Quizá así se acabe esta sensación y me vuelva a sentir vivo como antes. ¡Pura Vida! ¡Pura Vida!

 

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