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La Guerra Fría

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Recuerdo que la primera vez que escuché el disco Berlín, de Lou Reed, estaba pacheco, fue de las primeras veces que había fumado, la verdad es que no fue una buena idea. Pero es que el disco Berlín es muy deprimente y, además, tiene sonidos ambientales, como unos niños llorando por ahí. Claro, lo produjo el mismo que trabajó con Pink Floyd años después en su obra maestra The Wall: Bob Ezrin.

Según yo, según el mundo entero, la mariguana hace que percibas todo de manera más profunda, más real, y puede ser verdad. Lo que no te dicen es que no todas las sustancias son para todo el mundo. A mí esa vez me dio la pálida (como se dice en el argot) y me mal viajé (ídem), escuchaba cada una de las canciones y me iba asustando más y más, llegando a sentir auténtico terror. Como les explico, soy muy sensible, aunque tal vez debería decir: soy muy fresa.

Pero ahora, a la distancia, es un disco que entiendo y disfruto. Tal vez lo que necesitaba era crecer para entenderlo. Berlín es un disco conceptual que habla de la ruptura de una pareja viviendo en esta ciudad alemana. Y como dice una de las canciones incluidas, Sad Song, es muy triste.

Desde que leí la biografía de Lou Reed, hace unos meses, Berlín es uno de los discos que más he escuchado, tal vez para resarcir ese encuentro abrupto que tuve con él. Así que fue una sorpresa cuando Juan Villoro me invitó a ver su nueva obra de teatro en el Museo Tamayo y me dijo que está inspirada en este disco.

La Guerra Fría trata de una pareja de mexicanos viviendo el sueño punk en Berlín, de 1982 a 1984, cuando aún existía el muro y persistía la Guerra Fría. El Gato, un roquero interpretado por Mauricio Isaac, y Carolina, una actriz interpretada por Mariana Gajá, viven dentro de un edificio okupa, lleno de basura. Pero estos desechos son sus muebles y los artefactos con los que conviven. Hay un detector de mentiras, con el que se van interrogando mutuamente, ¿hay algo más peligroso que poner a prueba las supuestas verdades de tu pareja? También está su amigo Bernardo (interpretado por Jacobo Lieberman), un productor musical harto de estar detrás de una consola, encerrado eternamente en un estudio de grabación sin ver la luz del Sol.

La obra trata sobre el amor de pareja, de los muros que creamos entre nosotros y dentro de nosotros, de la autodestrucción y la reconstrucción del ser cuando estamos con alguien, en fin, de la vida misma.

Juan Villoro la escribió hace unos años, y ahora es llevada a la escena por la directora Mariana Giménez, y como escenografía utilizan la obra plástica del artista Abraham Cruzvillegas, Autodestrucción 8, que fue creada y expuesta en Corea del Sur, en 2015.

La Guerra Fría es una obra interdisciplinaria que rompe de muchas maneras con el estereotipo del teatro. Tienes que ir al Museo Tamayo para verla, por ejemplo, y hay música en vivo, tocada por los tres actores y un músico en escena, Alejandro Preisser, que, sin tener líneas que decir ni personaje, tiene a su cargo el elemento más importante de todos: la música.

En la puesta en escena se percibe La Verdad, los actores son magníficos y tocan tan bien que si tuvieran una banda de rock sería su fan. Mariana Gajá cantaba en un grupo, Cielo y Tierra, que colaboró con Café Tacvba en el Re. Jacobo Lieberman era integrante de Santa Sabina, tocaba los teclados. ¿Cómo no recordar que Santa Sabina surgió de una obra de teatro? ¿Cómo no recordar a Rita Guerrero cuando Mariana Gajá cantó algo que parecía ópera con las guitarras distorsionadas allá atrás?

Creo que la iré a ver otra vez, todavía hay tiempo, La Guerra Fría se presenta los sábados y domingos a las 18:00 hrs, en la Sala 4 del Museo Tamayo, hasta el 8 de septiembre. Venta de boletos en línea: http://bit.do/laguerrafria y en la taquilla una hora antes de cada función.

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