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Authenticity

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Que Flea tenga sólo 572 mil seguidores en Instagram se me hace poco. Ya sé, ya sé, quinientos mil no son cualquier cosa, pero cuando veo que otros artistas tienen muchísimos más, varios millones, esos quinientos mil se me hacen poquísimos. Bueno, y que David Byrne tenga sólo 86 mil, ya es el colmo. Pero así están los tiempos.

¿Que quién es Flea? Claro, por ahí debí empezar: es el bajista de los Red Hot Chili Peppers. ¿Que quiénes son esos? Bueno, a principios de la década de los 90 eran el grupo número uno de las listas. También lo fueron en los dos miles. Mis hijas no saben quiénes son los Chili Pepers, o todavía no. Quizá si les hacen su biopic pegará tanto como la de Queen, o como parece que pegará la de Elton John, entonces tal vez se enteren. A ellas les gustan The Beatles, ahorita están escuchando mucho el Álbum Blanco. Ya pasaron por Help!, Revolver y Abbey Road. Claro que mi esposa y yo los ponemos mucho, pero también escuchan música que jamás les pusimos nosotros, no sé de dónde adquirieron el gusto o dónde se enteraron de la existencia de Imagine Dragons, Twenty One Pilots y Billie Eilish.

Billie Eilish, por ejemplo, tiene más de 23 millones de seguidores, incluso yo la sigo. Mi hija de 12 años me puso en Spotify su segundo disco, When We all Fall Asleep, Where Do We Go?, y quedé enganchado. Ni siquiera tengo que poner su música porque mis hijas la escuchan todo el tiempo y, si no la ponen, la cantan. Se saben hasta los diálogos que hay por ahí y las risas. Me encanta la voz bajita, casi susurrada, de Billie. Sus canciones tienen unos bajos profundos que hacen temblar la casa cuando suena a todo volumen en la bocina que se conecta al celular por Bluetooth. Cuando sólo ponen el celular extraño esos bajos, todavía falta que le pongan un subwoofer a los celulares, pero creo que no falta mucho.

Nick Cave dijo en una entrevista que circuló hace un mes o dos que el rock está muerto, que eso le parece bien. Aunque yo no sé qué piensen ustedes, pero, a pesar de que es considerada por todos una artista pop, las actitudes y declaraciones de Billie Eilish se me hacen más rock que otra cosa. Los videos, ¿ya los vieron? Son oscuros, con sangre, fluidos, jeringas y ojos diabólicos vampíricos como los de Marylin Manson, ¿que quién es ése? Pues sus mayores éxitos son de mediados de los 90, The Beautiful People y Sweet Dreams (are made of this), pero esa última canción es original de otro grupo, ¿sabían?

La actitud de Billie Eilish se asemeja mucho a la de los emos. Incluso a la de los grunges, ya lo dijo Dave Grohl, que le recordó a Nirvana (sin guitarras, claro). Yo siento que hasta físicamente se parece a Kurt Cobain. Sus poses en las fotografías, su expresión de hastío, de hartazgo, de “a mí qué me importa” ¿Será todo actuado? Es muy fácil pensarlo. Sobre todo cuando uno se entera que muchas de las canciones que canta fueron compuestas por su hermano, cuatro años mayor que ella, y uno comienza a imaginarse al Svengali moviendo los hilos allá atrás. O el Svengali no es su hermano Finneas, sino una corporación inventando todo. Pero parece que no, porque en este mundo digital todo se sabe, se ve muy difícil que vuelva a pasar lo qué sucedió con Milli Vanilli a finales de la década de los 80: dos bailarines guapos que no sabían cantar ni tocar ningún instrumento engañaron a todo el mundo. Pero cuando salieron los verdaderos Milli Vanilli a nadie le interesaron. A veces, al público le gusta ser engañado.

No me malinterpreten, yo sí creo en Billie Eilish, quiero creer. La prefiero a ella que a muchos otros artistas pop que hay por ahí. You can’t fake authenticity, dice Billie Eilish, y yo estoy de acuerdo, pero lo dice en un comercial de Calvin Klein. Es probable que ya no sepa lo que significa ser auténtico.

 

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